jueves, agosto 2

RECONOCER AL HERMANO ES RECONOCER AL ETERNO

Esteban andaba viendo a todos los chicos que jugaban en aquel patio de aquel colegio. Había muchos chicos a los que no conocía. Ante su vista, un grupo de chicos jugaban a una rueda y con un movimiento automático se unió a la rueda para incorporarse al juego. 

La reacción del grupo fue inesperada. Le soltaron de las manos. Empezaron a escupirle. Le decían que no querían jugar con él. No era parte de ellos. Esteban sintió el rechazo y no pudo seguir jugando. Era mejor dejarlos y tratar de estar con otros chicos. 

De repente, uno de los chicos del grupo que le rechazó le dijo a los demás que lo aceptaran. Les indicó que me conocía y que era un amigo suyo. Sus palabras tuvieron un efecto inmediato. Todos se acercaron. Sus manos se abrieron y le incorporaron a sus juegos. 

Fue una experiencia muy agradable. Una voz fue suficiente. Una persona fue capaz. Unas palabras cambiaron el ambiente. Esteban se sentía aceptado de una forma total. El día lo pasó con ellos y el buen ambiente los envolvió a todos con mucha alegría. 

“Iré contigo al Santísimo, y mediante mi percepción Él podrá salvar la diminuta brecha. Tu gratitud hacia tu hermano es la única ofrenda que quiero. Yo se la llevaré a Dios por ti, sabiendo que conocer a tu hermano es conocer a Dios”. 

“Si le estás agradecido a tu hermano, le estarás agradecido a Dios por lo que Él creó. Mediante tu gratitud podrás llegar a conocer a tu hermano, y un momento de verdadero reconocimiento convierte a todo el mundo en tu hermano porque cada uno de ellos es Hijo de tu Padre”. 

“El amor no conquista todas las cosas, pero sí las pone en su debido lugar. Puesto que tú eres el Reino de Dios te puedo conducir a tus verdaderas creaciones”. 

“Ahora no las reconoces, pero aquello de lo cual te has disociado aún se encuentra ahí”. 

Solamente faltaba una voz para que nos sintiéramos parte del grupo. Solamente faltaba la confianza que nos daba Jesús para incorporarnos con nuestros propios amigos, nuestros propios hermanos, nuestros semejantes como Hijos del Padre. 

Esteban sentía una nueva luz en sus ojos y en sus pensamientos. Una puerta nueva en su vida y en su caminar. Una visión que le animaba. “Puesto que tú eres el Reino de Dios”. Ese pensamiento nos identificaba a todos. Todos éramos ese Reino de Dios. 

Reconocía que no debía buscarlo fuera. Estaba en su interior y El Reino de Dios se desarrollaba en su mente y en su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario