martes, marzo 29

CONFLICTOS INTERNOS

Una de las características del ser humano es el conflicto. Ideas opuestas luchan en su mente. Fuerzas que se enfrentan en su corazón, en su pecho, en sus reflexiones y en la toma de decisiones. 

Cada idea tiene sus pros y sus contras. Ninguna parece la adecuada. Ninguna se revela como perfecta. Así que continuamos dándoles vueltas a una y a otra para ver cuál se llevará por fin la elección por parte nuestra. 

Nos llegamos a preguntar cuál será la razón de tal incordio, cuál será el motivo de tal conflicto. ¿Por qué debemos siempre comparar desde dos puntos de vista nuestra decisión? ¿Por qué no dejamos que solamente una de ellas sea capaz de tomar esa dirección?

Y descubrimos que no nos fiamos ni de una ni de otra. Los dos puntos de vista los juzgamos como parciales. Ninguno de ellos es total. Y en ese juicio hallamos el problema de nuestro conflicto que se repite de continuo en nuestra vida. 

Es cierto que tenemos dos puntos de vista. Uno de ellos es la mente del Creador. El otro es el ego. Cada uno tiene sus puntos de vista diferentes. La función del primero es la extensión, la universalidad, el amor, la rendición y la sabiduría. 

El otro, el ego, es personal. Centrado en nosotros mismos, lucha por hacerse un sitio, pide el respeto, marca su territorio, utiliza su fuerza y establece la distancia. 

Entre los dos tienen tal lucha que no pueden decirnos a nosotros la diferencia entre la dicha y el dolor. Por ello, estas afirmaciones nos clarifican el enfrentamiento entre ambos. “El Espíritu Santo te dirigirá sólo a fin de evitarte el dolor. Obviamente nadie se opondría a este objetivo si lo reconociese”. 

En alguna que otra ocasión hemos llegado a una conclusión. Hemos deseado que se cumpliera. Pero, pasado el tiempo, al ver las consecuencias, hemos dado gracias en nuestro interior por no haberse cumplido tal como lo habíamos previsto. 

“No puedes reconocer lo que es doloroso, de la misma manera en que tampoco sabes lo que es dichoso, y, de hecho, eres muy propenso a confundir ambas cosas”. La experiencia nos confirma este extremo. Un poster estaba en la pared de una habitación. El lema que tenía no lo he podido olvidar: “La búsqueda de la felicidad es un gran inconveniente para encontrarla”.

Los momentos más felices han sido los espontáneos, los descubiertos sin buscarlos, los que nos han sorprendido sin buscar nada. Al no saber lo que realmente es la dicha no podemos encontrarla por nuestros medios. Es un regalo de la naturaleza. No es una creación nuestra. 

El ego quiere obtener, recibir, asegurar, disfrutar, controlar. La mente del Creador encuentra felicidad en dar, compartir, comprender y rendirse. Los dos campos luchan entre sí y no dejamos de dudar porque queremos, de alguna manera, coger parte de uno y parte del otro. 

“Lo que a ti te hace dichoso le causa dolor al ego, y mientras tengas dudas con respecto a lo que eres, seguirás confundiendo la dicha con el dolor”. Por ello, no podemos mezclar. No podemos confundir. Son dos campos distintos, diferentes, opuestos, paralelos. No hay sintonía entre ellos. 

Con el ego podemos ser “felices” a ratos. Con la mente del Creador somos realmente felices de forma continua y constante. Esta es la tremenda demostración de muchas personas que rindieron su ego en la confianza de la mente del Creador. 

Sin ego no hay conflicto, no hay duda, no hay miedo, no hay desasosiego interior. Hay un camino lleno de confianza porque reconocemos quiénes somos y vivimos como tales: Hij@s del Creador.

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