Eran las cuatro y media de la tarde. La clase estaba en su término medio. Todo discurría bien. Las explicaciones iban calando en los alumnos. Había paz, comprensión y apoyo.
El profesor propuso varios términos para su definición. En la última fila de la izquierda, observaba que las manos de una alumna trajinaban a la altura de su regazo, detrás de la mesa, detrás de los libros que tenía almacenados en el espacio debajo de la mesa.
Todos pensaban, recorrían su mente, trataban de encontrar el significado de las palabras propuestas. De improviso, se levantó la mano de esta última alumna de la fila derecha y dio, con una precisión de diccionario, la definición de los términos con una delimitación impropia de cualquier persona.
Todos conocemos muchos términos pero no poseemos esa definición estampada en los diccionarios por los académicos después de múltiples revisiones.
El profesor asintió. Se quedó un tanto perplejo. Pero siguió la clase y siguió con sus explicaciones. Otro término lingüístico surgió. El profesor les indicó que lo consultaran en el diccionario. Pero, la citada alumna, volvió a dar la definición propia del diccionario.
Ahora ya no se trataba de casualidad. Realmente había una causalidad. Todo el mundo callado en la clase. Hasta que alguien se atrevió a decir que la alumna en cuestión tenía el diccionario de la RAE en el móvil último modelo que se había comprado. Se había quitado el permiso de utilizar los móviles en clase. No estaban permitidos. Un conflicto en el aula por una utilización indiscriminada del móvil.
La alumna atacó con fuerza a la compañera que la había descubierto. Ahora se entendían sus acuñadas definiciones. Le indicó que no era su amiga. Le aclaró que si hubiera sido su amiga, no la habría descubierto nunca. Y finalmente le afirmó que los que hacen eso no son realmente amigos de nadie.
La atmósfera se enrareció en la clase: el enfrentamiento, la separación, el ataque verbal y el insulto contra la amistad. Todo un despliegue del “ego” que necesita del apoyo de los demás para mantener sus transgresiones de las normas y lucirse públicamente de su autosuficiencia. Ningún otro móvil de los compañeros tenían ese diccionario en el móvil. Tampoco lo utilizaban por su prohibición.
Es bueno recordar que el ego necesita de la mal llamada “solidaridad”. Sonaba más a un chantaje que a una colaboración. Parecía más una amenaza que algo que compartir. Por ello, es bueno tener en la mente la claridad de las ideas que nos hacen tener los pensamientos adecuados y no confundir los términos.
“La diferencia entre la proyección del ego y la extensión del Espíritu Santo es muy simple. El ego proyecta para excluir, y, por lo tanto, engañar. El Espíritu Santo extiende al reconocerse a Sí Mismo en cada mente, y de esta manera las percibe a todas como una sola. La paz de Dios reside en ese mensaje, y, por consiguiente la paz de Dios reside en ti”.
“El Espíritu Santo te fue dado con perfecta imparcialidad, y a menos que lo reconozcas imparcialmente no podrás reconocerlo en absoluto. El ego es legión, pero el Espíritu Santo es uno. Cada uno de nosotros es la luz del mundo, y al unir nuestras mentes en esa luz proclamamos el Reino de Dios juntos y cual uno solo”.
Ante esta luz vemos como el ego clamaba ayuda como legión. El Espíritu Santo es uno y vive en todas las mentes por igual. La paz maravillosa es la que tiene el control. Es la verdad. Es la fortaleza de la unión. Por ello, nunca nos enfrentará l@s un@s con l@s otr@s.
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