“El Espíritu Santo percibe el conflicto exactamente como es. Por consiguiente, Su segunda lección reza así:
Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es
Este es todavía un paso preliminar, puesto que aún no has equiparado tener con ser. Es, no obstante, un paso más avanzado que el primero, que en realidad no es sino el comienzo del proceso de inversión del pensamiento. El segundo paso es una afirmación categórica de lo que deseas”.
“Es, pues, un paso encaminado a liberarte del conflicto, ya que significa que se han considerado las alternativas y se ha elegido la más deseable. Con todo, la expresión “más deseable” aún implica que lo deseable tiene diferentes grados”. “Por lo tanto, aunque este paso es esencial para poder tomar la decisión fundamental, no es obviamente el último”.
“Desear completamente es crear, y crear no puede ser difícil si se tiene en cuenta que Dios Mismo te creó para que fueras un creador”.
“El segundo paso, por lo tanto, es todavía perceptivo, si bien es un paso gigantesco hacia la percepción unificada que refleja el conocimiento de Dios. Al dar este paso y seguir en esa dirección, estarás avanzando hacia el centro de tu sistema de pensamiento, donde tendrá lugar el cambio fundamental”.
“En el segundo paso el progreso es intermitente, pero el segundo paso es más fácil que el primero porque es el que le sigue. Darse cuenta de que este paso no puede sino seguir al primero es señal de una creciente conciencia de que el Espíritu Santo te guiará en su camino”.
Realmente es hermoso y poderoso reconocer que tenemos esa posibilidad dentro de nosotros. Así que podemos recordar:
Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es
De todas las virtudes es una de las más reconocidas, ansiadas y deseadas en el corazón de cada persona. Hace poco hablaba con una persona muy querida. Nos abrimos el corazón. Una larga vida había desfilado delante de nosotros y esa persona me sintetizaba la necesidad de esa paz que calmara la sed de su alma.
Con dieciocho años asistí a un encuentro de jóvenes inquietos, con deseos de cambiar el mundo y con anhelos de mejorarlo y hacerlo más humano. El tema central del encuentro era “LA PAZ”.
Algunos oradores habían pasado revista a todos los conflictos del globo. Unos, más cercanos. Otros, más lejanos. Compartían sus análisis, sus causas y la injerencia de potencias extranjeras. Toda una serie de causas concitadas para evitar la paz y la vida pacífica de sus habitantes.
Sin embargo, el último orador, que cerraba con su discurso el encuentro, se centró no en la paz de los lugares. Focalizó la falta de paz en nuestros corazones. Dijo que la paz exterior era una proyección de la paz de nuestros pensamientos, de nuestras diatribas, de nuestras controversias mentales y de la falta de sosiego interno.
Estaba de acuerdo en pedir la paz para todos los lugares. Pero encareció al auditorio que la auténtica paz nace en el interior. Así la ampliación de la paz era fiel reflejo de nuestro estado interno. Un desafío que nunca olvidé. Cuando comenzó a hablar, noté que seguía el mismo sendero que mis pensamientos.
Me alegró sobremanera. No siguió la línea de los otros oradores y tocó lo que era más difícil de admitir. Nuestro cambio interno.
Cuando escucho el segundo paso del Espíritu Santo, me estremece reconocer en sus palabras, aquellas inquietudes juveniles que todavía no han desaparecido de mi alma. Al contrario, se afianzan con la sabiduría de los tiempos y con la claridad de pensamiento alcanzada:
Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es
Ahora ya no hablo de la paz. Ahora ya no hablo de los conflictos y la falta de paz. Ahora tengo dentro de mí el mejor laboratorio para experimentar esa paz maravillosa. El segundo paso del Espíritu Santo nos invita a alcanzar, con Su ayuda, esa paz que está más allá de todo conocimiento.
Así se conjuga el primer paso:
Para poder tener, da todo a todos
Con el segundo paso, objeto de nuestra reflexión:
Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es
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