“Honrar a tus hermanos es el único regalo apropiado para quienes Dios Mismo creó dignos de honor, y a quienes honra”.
“Muéstrales el aprecio que Dios mismo les concede, pues son Sus Hijos amados en quienes Él se complace”.
“No puedes estar separado de ellos porque no estás separado de Él”.
“Ama todo lo que Él creó – de lo cual formas parte – o no podrás aprender lo que es Su paz y aceptar Su don para ti mismo y como tú mismo”.
“No podrás conocer tu propia perfección hasta que no hayas honrado a todos los que fueron creados como tú”.
Un hermoso horizonte lleno de coherencia y equidad. Un sentido de justicia universal emanan de estas palabras. Todos unidos en una majestuosa verdad. Todos hemos sido creados por el mismo Padre. Todos hemos sido hechos a Su imagen y semejanza y, por ello, todos contenemos la esencia divina en nuestro interior.
Todos pertenecemos los unos a los otros porque todos pertenecemos al Creador. La unidad se verifica totalmente. Tenemos la seguridad y la certeza. Y ese es el camino para descubrir nuestra verdad interna por encima de cualquier división.
El logro está diseñado. El objetivo luminoso y claro. Y la recompensa nos deja boquiabiertos con la consecución de la misma: “no podrás conocer tu propia perfección hasta que no hayas honrado a todos los que fueron creados como tú”.
Nuestro interior se conmueve, se estremece: encontrar nuestra propia perfección en la unicidad de todos los creados. Estamos en ellos, como lo está el Creador. Estamos en el Creador como estamos en ellos. La unicidad es total. Y con ella, nuestra propia perfección como regalo de reconocimiento de la divinidad de los demás.
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