“El primer paso en el proceso de inversión o des-hacimiento es el des-hacimiento del concepto “obtener”. La primera lección del Espíritu Santo es por consiguiente: “para poder tener, da todo a todos”. Dije que es posible que esto agudice el conflicto temporalmente, y ahora podemos aclarar este punto aún más. A estas alturas todavía no percibes la igualdad que existe entre tener y ser. Hasta que no la percibas, tener te parecerá lo opuesto a dar”.
“La primera lección, por consiguiente, parece encerrar una contradicción, puesto que la está aprendiendo una mente que está en conflicto. Esto quiere decir que hay deseos conflictivos, y, así, la lección no puede aprenderse de manera consistente todavía”.
“Lo que es más, la mente del alumn@ proyecta su propio conflicto, y, por lo tanto, no percibe consistencia en la mente de los demás, lo cual le hace sospechar de la motivación de éstos. Esa es la verdadera razón de que, desde cualquier punto de vista, la primera lección sea la más difícil de aprender”.
“Puesto que aún eres extremadamente consciente del ego en ti mism@ y respondes principalmente al ego de los demás, se te está enseñando que reacciones ante ambos como si lo que realmente crees no fuese verdad”.
Carlos, leía, releía esta primera aproximación del Espíritu Santo: “para poder tener, da todo a todos”. Reconocía que en su vida, en sus relaciones era muy dado a dar todo a todos. Sin embargo, notaba como algunos le cohibían. Le hacían encerrarse en sus adentros. Ahora, a la luz del Espíritu Santo, tenía claro que era el ego, que con su miedo, le intimidaba y le atemorizaba. Y en ese temor y miedo se cortaba la comunicación.
La esposa de Carlos se lo advertía en algunas ocasiones. Le decía que era genial, que daba todo a todos pero con algunos se le notaba cortado, receloso, silencioso. En definitiva, no era Carlos. Era otra imagen la que daba. En aquellos momentos cuando su esposa se lo decía, Carlos se justificaba interiormente y compartía con su esposa los porqués.
Ante este texto que le servía de espejo, sabía que el cambio no estaba en los demás que Carlos creía que le intimidaban, le cohibían, le encerraban. Carlos se dio cuenta que era él mismo el que se cohibía. No tenía la fuerza suficiente para tener claro que la parte de Espíritu Santo estaba también en aquellas personas.
El muro de justificaciones le iba cayendo a Carlos. Sabía que el conflicto todavía tenía mucha fuerza en él mismo. Pero la verdad se iba levantando poderosa. El Espíritu Santo estaba en todas las personas. No había exclusión. No había justificación. No había pretexto. La inhibición era suya por un pensamiento equivocado.
Sabía que tenía que des-hacer ese pensamiento. Ese pensamiento que le creaba la inhibición. Ese pensamiento que limitaba su horizonte. Ese pensamiento que lo inutilizaba. Nadie, absolutamente nadie, deja de tener el Espíritu Santo. Carlos podía contactar a través del Espíritu Santo en él con el de los demás.
Así se podría cumplir la primera lección: “para poder tener, da todo a todos”.
Carlos notaba que la paz invadía su pecho. La paz serenaba su mente. La paz llenaba sus huesos. La paz le indicaba el camino seguro de la Vida y de toda Verdad Infinita.
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