jueves, marzo 3

LIBRE ELECCIÓN

Javier se dirigía a su casa. En el trayecto pasaba por un parque. Los árboles robustos, las figuras geométricas, los verdes arbustos y algunos colores morados oscuros le atraían su vista y se proyectaba en ellos. Le gustaba sentarse unos momentos para hacer un parón en su día. Tomar aliento y llenarse de oxígeno, vitalidad y alegría.

Dejaba volar su intelecto. Su vista se dirigía hacia arriba. Allí se mezclaba el cielo, las nubes, la brillantez de la luz y sus pensamientos enredados de la mañana donde no todo había salido como esperaba. Un pelín de inquietud respiraba su pecho. La mirada lo centraba. El cuerpo relajado. Sentado cómodamente siguiendo los ruidos de algunos niños acompañados de sus madres o de sus padres disfrutando del ambiente. 

Su mente pensaba: “Esta vida sería una maravilla si la sensación de miedo pudiera quitarse y desterrarse de nuestra alma”. Su voz salía de su interior como si reflejara esos pensamientos que se cruzaban y era bueno, en ocasiones, escucharlos además de pensarlos. 

“Sería oportuno quitar ese peso de miedo que en muchos momentos nos embarga. Lo tengo, aparentemente, todo. Sin embargo, hay algo en mi interior que me acecha y me pone dudas, como pensador, en algunos momentos”. 

Ese día había sido especial. Un poco intenso. Un poco ajetreado. Un poco pesaroso. Había leído un texto que un compañero le había dejado escrito en un trozo de hoja que se había metido en el bolsillo. Metió la mano y empezó, otra vez, a leerlo: 

“El ego no puede oír al Espíritu Santo, pero cree que parte de la mente que lo hizo está en su contra. Interpreta esto como una justificación para atacar a su hacedor. Cree que la mejor defensa es el ataque, quiere que tú creas eso también. A no ser que lo creyeses no te podrías poner de su parte, y el ego tiene gran necesidad de aliados, aunque no de hermanos”.

“Al percibir en tu mente algo ajeno a sí mismo, el ego hace del cuerpo su aliado porque el cuerpo no forma parte de ti. Esto hace del cuerpo el amigo del ego. Esta es una alianza claramente basada en la separación. Si te pones de parte de esta alianza no podrás sino sentir miedo porque te estarás poniendo de parte de una alianza basada en el miedo”.

Javier sentía esas dos fuerzas luchando en su mente. Sus razonamientos se mezclaban, se interferían. Buscaba la clarificación, la elección. Sabía que el ego no era creación divina. El ego se mostraba agresivo: “la mejor defensa es un buen ataque”. Pero Javier pensaba que la mejor defensa era una buena elección. El ego está cargado de contradicciones. Y en esas contradicciones veía su gran debilidad y su miedo cerval. 

Reconocía el miedo interno con algunas de las tretas del ego. Pero se daba cuenta que con una buena elección se podrían acabar las contradicciones, las sensaciones angustiosas y de pesar. La decisión por el Espíritu Santo era una opción maravillosa. 

Su cara se relajó. Su cartera parecía que no pesaba. La carga en el pecho que le oprimía fue desapareciendo. El oxígeno volvió a entrar con profundidad y su mirada en la distancia se llenaba de cielo, de verde, de nubes, de ilusión y de la grandiosidad de la luz del hermoso día.

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