Cuando tenía 14 años pensaba acerca de la madurez que se iba adquiriendo con los años. El paso de niño a hombre me estaba haciendo consciente de los cambios que se producen en nuestra forma de pensamiento. Creía que de la misma forma que se desarrollaba mi mente en esa edad, los adultos seguían el mismo camino.
Pronto me di cuenta de que no era así. Los adultos podían seguir madurando o no. Escuché una conversación de un hombre casado de 40 años con un compañero y me quedé petrificado. Tenían una conversación muy parecida a la que tenía con mis amigos. Con unas actitudes poco maduras y con unas ideas que rayaban la infantilidad.
Me quedé sorprendido. Me di cuenta que la madurez no aparece con los años. La madurez aparece por las decisiones y por las profundizaciones que se hacían en los diversos asuntos que llegaban a nuestra vida.
Un autor me aclaró que la madurez era la necesidad del ser humano. Citaba la madurez como sinónimo de responsabilidad. Una persona era madura cuando se sentía totalmente responsable de los actos que cometía. Era responsable cuando no culpaba a los demás de sus frustraciones ni de sus adversidades. La madurez, incidía el autor, es sentir que la vida está totalmente en nuestras manos.
En esta línea se deslizan las afirmaciones siguientes:
“El ego depende de tu mente, y tal como lo inventaste creyendo en él, puedes asimismo desvanecerlo dejando de creer en él”.
“No proyectes sobre otros la responsabilidad por esa creencia, o, de lo contrario, prolongarás su existencia”.
“Cuando estés dispuesto a asumir total responsabilidad por la existencia del ego, habrás dejado a un lado la ira y el ataque, pues estos surgen como resultado de tu deseo de proyectar sobre otros la responsabilidad de tus propios errores”.
Nuestro interior se enciende en ocasiones atacando a los demás por los errores, según nosotros, causados por ellos sobre nosotros. Un automatismo que se ha instalado en nosotros porque lo hemos visto que se prodiga en nuestro entorno, en los círculos familiares y en nuestr@s amig@s.
Pero la luz se va abriendo hueco en nuestras tinieblas y la luz nos va dando idea de la falta de madurez que hay en nosotr@s. Si somos madur@s, somos responsables. Y la capacidad de responder a las circunstancias nos centra en nosotr@s mism@s y nos da la oportunidad de solucionar nuestros conflictos.
Así la madurez, sinónimo de responsabilidad, se va desarrollando en cada momento de nuestra vida, a cualquier edad, en cualquier momento, y con estas reflexiones vamos madurando y la responsabilidad se va instalando en nosotr@s.
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