Según la voz que sigamos de nuestro interior (El Espíritu Santo o el ego), definiremos grandeza de un modo distinto, opuesto y enfrentado. Cada día hacemos nuestras decisiones y cada día laboramos para nuestra grandeza. Sin embargo, de vez en cuando, tenemos que pararnos y saber qué definición de grandeza es la que aflora en nuestros pensamientos.
Somos realmente creativos. Pero no debemos olvidar que podemos crear desde el Espíritu Santo o desde el ego. Con el Espíritu Santo nuestra grandeza es la grandeza de todos. No es nuestra. Es un servicio. Es un amar en conjunto a todos los que vibran con los mismos mimbres que nosotros. Nos sentimos universales porque descubrimos en todos lo mismo que en nosotros. La dicha nos invade. Celebramos ser parte de esa inmensidad de personas que con tranquilidad y serenidad caminan sus firmes pasos.
Con el ego nos destacamos. Nos aplauden. Nos hacen sentir únicos. Nos hacen sentir especiales. Mejores que todos. Momentos inolvidables jamás soñados ni imaginados. No hay dicha, hay victoria. Hay ese tufo de ser mejores que los demás. Hay ese aroma de superar a tanto mediocre. Hay esa mirada que nos destaca como lumbreras envidiadas. No puede ser eterna porque depende del momento.
Es un regalo para nosotros conocer personas que llegan a estas mismas conclusiones desde otros campos, desde la ciencia, desde la racionalidad, desde la sabiduría. Hermosas experiencias que comparten con nosotros para subrayar el firme paso del Espíritu Santo. Hermosas experiencias que evidencian la falsedad del ego y nos abre las puertas a tomar decisiones por la grandeza eterna que no depende del momento.
Diez minutos de sabiduría compartidos en este precioso vídeo:
Así que desde la ciencia también se escuchan las voces para amar, para dar todo a todos, para experimentar la paz, y mantenernos en el amor que nos hace fuertes, grandes y maravillosos descubriendo esta bondad en cada ser del universo.
Una fortaleza que alumbra la senda de nuestro caminar.
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