Desde pequeño siempre me ha deslumbrado el mundo científico. De hecho, para colmar mis expectativas interiores, deseaba ser investigador. No quería dedicarme a una ciencia sola porque me limitaría la visión global de mi mirada.
Era realmente curioso y todo se mezclaba en mi cabeza. Después los condicionamientos económicos me centraron en las matemáticas. Quería profundizar en ese campo. Me atraía. Sin embargo, en mi juventud tuve una eclosión espiritual y la emoción y el espíritu tomaron posiciones en mi vida.
Y ello me hizo abandonar la ciencia matemática por la ciencia filológica. Un cambio significativo. Mi formación me ayudó en la ciencia filológica y me abrió un mundo insospechado. Buceé en las palabras. Aprendí sus significados. Descubrí sus formaciones y sus evoluciones fonéticas. Y detrás de las palabras, empecé a mirar personas, gentes, conciencias y consciencias.
El amor se fue revelando. Mi cuerpo funcionaba bien con sus proyectos. Decidí darle al amor un lugar relevante. Era mi elección. Era mi intuición. Iba ampliando mis conocimientos. Iban sucediéndose mis experiencias. Ahora me quedo anonadado de toda la influencia de un elemento considerado tangencialmente en algunos momentos: el amor.
Ya no se trata de un corolario, ni de un adorno, ni siquiera de un detalle. Es la base de la energía, el poder de la biología y la fuerza del universo. El amor une nuestras partes diversas y crea transformaciones impensables e inesperadas. Por ello, en estos momentos, viendo su trascendencia, celebro poder descubrir estas frases que han dejado un surco en mi alma:
“La mente que acepta el ataque es incapaz de amar. Ello se debe a que cree que puede destruir el amor, lo cual quiere decir, por lo tanto, que no comprende lo que éste es”.
“Si no comprende lo que es el amor, no se puede percibir a sí misma como amorosa”.
“Esto hace que pierda su conciencia de ser, da lugar a sentimientos de irrealidad y lo que resulta de ello es una confusión total”.
“El ego, que es un producto del miedo, reproduce miedo. El amor es tu poder que el ego tiene que negar”.
“El ego, por consiguiente, se opone a toda muestra de aprecio, a todo reconocimiento, a toda percepción sana, así como a todo conocimiento”.
Realmente el amor es nuestra esencia. Es nuestra constitución. Por ello, ha sido una luz descubrir que la mente que acepta el ataque es incapaz de amar. Es una consciencia que se ha despertado para evitar esos ataques a l@s otr@s. Una claridad que no podemos atacar a nadie. Una paz para permitir el equilibrio emocional, biológico, relacional, maravilloso, de existencia en nuestro interior.
El ego puede atacar, puede destrozar, puede comparar. El amor no ataca porque ve en el/la otr@ a su yo y nadie se ataca a sí mism@ con la sabiduría del corazón.
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