Abel se había preguntado, en muchas ocasiones, cuándo ocurriría el fin del dominio del ego con el que muchas veces se identificaba sin saberlo. Al descubrir que él no era el ego, sino que era más bien una orientación, una actitud en su vida que elegía en momentos, sabía que tenía una salida para no elegirlo nunca más.
La elección la estaba viendo más clara. Elegir la mente de Jesús, la actitud de Jesús, los pensamientos y las consideraciones de Jesús, los planteamientos del ego iban disipándose. Una nueva forma de pensar entraba en su mente, en sus planteamientos y en sus opiniones.
Era comprensivo con todas las dificultades que la vida iba poniendo en nuestro camino. Y su apoyo siempre se elevaba por encima de ideas que nunca había considerado que lo liberaría totalmente. Dejar de defenderse a sí mismo, de poner de manifiesto su dignidad a través del enfado, dejaron de tener significado para él.
“El Primer Advenimiento de Cristo no es más que otro nombre para la creación, pues Cristo es el Hijo de Dios. El Segundo Advenimiento de Cristo no significa otra cosa que el fin del dominio del ego y la curación de la mente”.
“Al igual que tú, fui creado en el primero, y te he llamado para que te unas a mí en el segundo. Estoy a cargo del Segundo Advenimiento, y mi juicio, que se usa solamente como protección, no puede ser erróneo porque nunca ataca”.
“El tuyo puede estar tan distorsionado que hasta creas que me equivoqué al escogerte. Te aseguro que eso es un error de tu ego. No lo confundas con humildad”.
Tu ego está tratando de convencerte de que él es real y de que yo no lo soy, ya que, si yo soy real, no puedo ser más real que tú. Ese conocimiento – y te aseguro yo que es conocimiento – significa que Cristo ha venido a tu mente y la ha sanado”.
Abel sentía que algo se movía en su interior. Tenía muchas ocasiones donde había sentido la presencia de Jesús en su vida. Nunca se había sentido solo y siempre había experimentado su presencia en diversos momentos críticos de su vida.
No lo podía compartir con nadie. Una sensación que lo llenaba y que le daba una dimensión nueva en su vida. Ahora lo comprendía mucho mejor. “El tuyo puede estar tan distorsionado que hasta creas que me equivoqué al escogerte. Te aseguro que eso es un error de tu ego. No lo confundas con humildad”.
Jesús estaba con nosotros y nos había escogido. Era natural sentir el calor y la luz de su presencia con fuerza y con poder.
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