Guille sabía que su camino de búsqueda era infinito. Desde pequeño siempre había estado aprendiendo todo aquello que no sabía, todo aquello que lo rodeaba y que le llamaba la atención conocerlo. Era un investigador nato y siempre, a cada edad, encontraba aquello que lo llenaba de conocimiento y de plenitud.
Sabía que más allá de la persona, más allá de todos los árboles, estrellas y cielo, se movía un espíritu que cuidaba de todos los humanos. Era algo intuitivo que le indicaba el corazón, la mente, y sus reflexiones. Tenía un alto concepto del hombre para que no tuviera un origen muy distinto a los demás animales vivientes.
La capacidad del ser humano de ver, de reflexionar, de comprender, de preguntarse por sí mismo, de tener la capacidad de cambiar sus actitudes, lo dotaban de unas riquezas que no podían tener su origen en algo perecedero. Así que siempre se estaba haciendo preguntas.
“Esta es la pregunta que debes hacerte: ‘¿Adónde debo acudir en búsqueda de protección?’. ‘Busca y hallarás’ no significa que tengas que buscar ciega y desesperadamente algo que no podrás reconocer”.
“La búsqueda que tiene sentido se emprende conscientemente, se organiza conscientemente y se dirige con consciencia. El objetivo debe formularse con claridad y luego tenerse presente”.
“Aprender y querer aprender son inseparables. Te resulta más fácil aprender cuando crees que lo que estás tratando de aprender tiene valor para ti. Ahora bien, no todo lo que tal vez quieras aprender tiene valor duradero”.
“En realidad, muchas de las cosas que quieres aprender tal vez las hayas escogido precisamente porque su valor es efímero”.
Guille lo tenía claro. Su tendencia interior siempre lo guiaba hacia aquello que era eterno. La paz, la serenidad, la plenitud, la grandeza del ser humano era algo más que un momento efímero.
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