Daniel admiraba en algunos hombres de edad no sus experiencias, no sus relatos, ni siquiera sus trofeos y sus fracasos. De todo había cuando se les dejaba hablar. Lo que le llamaba la atención era el sano juicio que utilizaban en su vida y en todas las decisiones que compartían con quienes le consultaban.
Ese sano juicio que normalmente faltaba a los jóvenes llenos de energía, pero llenos de ignorancia; llenos de fuerza, pero faltos de cordura; llenos de enfrentamientos, pero carentes de comprensión. Los jóvenes trataban de ganar, de imponerse, de humillar y dejar en mal lugar.
La victoria era una forma de imponerse y de autorrealizarse. Se creían que lo podían cambiar todo. Los hombres con sano juicio buscaban el equilibrio, la paz y el entendimiento. La cordura les adornaba y no dejaban a nadie lastimado con sus sanos consejos y advertencias.
“Todas las cosas obran conjuntamente para el bien. En esto no hay excepciones, salvo el juicio del ego. El ego se mantiene extremadamente alerta con respecto a lo que le permite llegar hasta la conciencia, y esa no es la manera como una mente equilibrada se mantiene ecuánime”.
“El desequilibrio del ego se acentúa aún más porque mantiene su motivación principal oculta de tu conciencia, y hace que el control predomine sobre la cordura”.
“El ego tiene todas las razones del mundo para hacer esto, de acuerdo con el sistema de pensamiento que le dio origen y al que sirve. Puesto que el sano juicio juzgaría irrevocablemente contra él, el ego lo tiene que eliminar en aras de su propia supervivencia”.
El sano juicio debía salir de una mente que hubiera entendido con claridad las estrategias del ego para desequilibrar y atacar. Daniel nunca había entendido que las formas en todos los momentos eran determinantes.
La verdad no necesitaba de gritos, de aspavientos, de amenazas, de ira, ni de impotencia. La verdad sólo necesitaba de su propia fuerza, expresada con paz, compartida con serenidad y abrazada por la pura bondad. La verdad se ofrecía no con imposición sino llena de los aromas del encuentro con la eternidad.
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