miércoles, julio 11

LO TIENES TODO, LO ERES TODO

Luis creía que lo podía alcanzar todo. Tenía una fuerza interna que lo impulsaba como un resorte para conseguirlo todo. En los estudios se esforzaba para alcanzar el objetivo marcado por el maestro. Le entusiasmaban los logros y los medios para alcanzarlos. Le hacían sentir bien. 

Eso fue desarrollando en su interior una fuerza de confianza en sí mismo muy fuerte. Sabía que, si se aplicaba, se centraba, y lo tenía claro, el objetivo sería alcanzado sin ningún problema. No había obstáculos en su camino. En ocasiones oía a sus compañeros que ellos no eran buenos en letras o en ciencias. 

Luis no tenía problema. Le daba lo mismo pensar en la sutileza y la profundad humana de las letras que en los planteamientos concretos, prácticos y específicos de la ciencia. Era una mente abierta y nada se le atragantaba. Disfrutaba escribiendo una historia al igual que estudiando integrales. 

Eso le dio una idea de que todos los campos de conocimiento eran iguales. Pero había algo en lo que se equivocaba. En el terreno del espíritu descubrió que tenía leyes distintas. No se podía alcanzar lo que se creía que no se tenía en el interior. Se esforzaba en ser mejor cada día, pero, muchas veces, caía. 

Había descubierto que, cuando las personas confiaban en uno mismo, la persona era capaz de sacar lo mejor de su interior. Muchas madres sacaron de sus hijos lo que nadie creía que se podía obtener. Una madre capaz de apoyar y animar a sus hijos en cierta dirección extraía lo maravilloso que llevaban dentro. 

“En tu propia mente, aunque negada por el ego, se encuentra la declaración que te hará libre: ‘Dios te ha dado todo’. Este simple hecho significa que el ego no existe, y esto le atemoriza mortalmente”. 

“En el lenguaje del ego, ‘tener’ y ‘ser’ significan cosas distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mismo. El Espíritu Santo sabe que lo ‘tienes’ todo y que lo ‘eres’ todo”. 

“Cualquier distinción al respecto es significativa solamente cuando la idea de ‘obtener’, que implica carencia, ha sido previamente aceptada. Por eso no hacemos ninguna distinción entre ‘tener’ el Reino de Dios y ‘ser’ el Reino de Dios”. 

Luis recordaba con un silencio sagrado la expresión de uno de sus alumnos que se le acercó al final del curso, después de haberlo superado todo, y le dijo: ‘Gracias, por haber confiado en mí. En mis momentos de flaqueza sólo debía pensar en ti. No podía fallar. Si decías que tenía esa habilidad en mi vida, era porque realmente la veías’. 

Un abrazo silencioso, teñido de unos momentos de emoción, y con una presión comprensiva, hablaban más alto que cualquier lenguaje analítico que no podía mas que callarse y dejar vivir esa especificidad del terreno del espíritu. Si crees que lo tienes, lo eres.

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