Lucas se daba cuenta de que una forma de adquirir consciencia era ser sensible con las deudas de egoísmo que tenía con su hermano. El egoísmo te decía suave al oído que ganabas mucho más tú. El corazón te latía de forma especial al saber que la mayor ganancia era tuya.
Era parte de tu mente dominada por el ego. La otra parte te indicaba que contraías, en tales ocasiones, una deuda que no se resarcía de ninguna ganancia. Comportarse con generosidad con el hermano siempre, siempre, comportaba una ganancia infinita y una posibilidad de haber reparado un punto de escape de tu ego.
Era realmente un mal negocio. Las transacciones equivocadas con el hermano contraían deudas. Esas deudas te evitaban cambiar de mentalidad. Toda ganancia reportada por el ego en la temporalidad, era una deuda contraída con la eternidad. Los buenos comerciantes nunca harían tales tipos de negocios.
“En el proceso de aprender a escapar de las ilusiones, es imprescindible que nunca te olvides de la deuda que tienes con tu hermano. Es la misma deuda que tienes conmigo. Cuando actúas egoístamente con otro, repudias la gracia que esta deuda te ofrece y la percepción santa que te reportaría”.
“La palabra ‘santa’ puede usarse aquí porque a medida cuán endeudado estás con toda la Filiación, la cual me incluye a mí, te aproximas tanto al conocimiento como la percepción lo permite”.
“La brecha que entonces queda es tan diminuta que el conocimiento puede salvarla y eliminarla para siempre”.
Lucas profundizaba en su acción de compartir y de no contraer deudas con el hermano ni con Jesús. No quería perder el regalo que se recibía por dar y la percepción santa que ganaría con esa acción.
“Cuando actúas egoístamente con otro, repudias la gracia que esta deuda te ofrece y la percepción santa que te reportaría”. El ego te susurra que no pierdes nada. En efecto, no pierdes nada. Pero no te clarifica que no recibes la bendición de gracia de la divinidad y la percepción santa que te reportaría.
Se perdían aspectos muy vitales en la formación de la mentalidad de Jesús. Y la formación de la mentalidad de Jesús era nuestro objetivo, era nuestra vida del espíritu, era nuestra eternidad, era nuestra plenitud.
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