martes, julio 26

ANHELO, ERROR, VISLUMBRE

Germán entró en el cuarto de aquel amigo que estaba visitando. Tenía un póster en la pared de la derecha, al lado de la ventana. Una frase escrita sobre él. A Germán no le pasó por alto. Se le grabó en la mente y nunca más se olvidó de ella: “El deseo de ser feliz es un obstáculo para alcanzar la misma felicidad”.

Los colores azules se esparcían en la parte superior. Las figuras de dos jóvenes corriendo por una verde pradera y sus anhelos desplegados en forma de sonrisas y ojos claros, adornaban la frase que continuaba susurrando y tocando las puertas de su corazón. 

Germán se quedó, al principio, un poco perplejo. Inicialmente entendía que el deseo de ser feliz se oponía a uno de los rasgos de la felicidad: la espontaneidad y la naturalidad que ofrecía cuando se presentaba en los detalles más insospechados de la vida. 

Ese deseo de ser feliz casi implicaba que las personas marcaban unas condiciones a la felicidad. Y eso, Germán lo entendía. No se pueden poner cauces para la felicidad. Todo fluye sin darse uno cuenta, y sin darse cuenta, brota el manantial donde nadie lo esperaba. 

Le fue dando muchas vueltas a aquella frase del póster de la casa de su amigo. Germán se preguntaba por qué el camino de la felicidad era un sendero muy oculto que a veces se daba sin esperarla. 

Al leer las siguientes palabras entendía un poco más el tema: “Todo lo que el ego te dice que necesitas te hará daño”. 

“Pues si bien el ego te exhorta una y otra vez a que obtengas todo cuanto puedas, te deja sin nada, pues te exige que le des todo lo que obtienes”. 

“Y aún de las mismas manos que lo obtuvieron, será arrebatado y arrojado al polvo”. 

“Pues donde el ego ve salvación, ve también separación, y de esta forma, pierdes todo lo que has adquirido en su nombre”. 

“No te preguntes a ti mismo, por lo tanto, qué es lo que necesitas, pues no lo sabes y, lo que te aconsejes a ti mismo te hará daño”. 

“Pues lo que crees necesitar servirá simplemente para fortificar tu mundo contra la luz y para hacer que no estés dispuesto a cuestionar el valor que este mundo tiene realmente para ti”. 

Germán ahora comprendía con mayor profundidad el alcance de aquella frase que como una espina continuaba clavada en su corazón. Era un contrasentido. Todo el mundo buscando la felicidad y, sin embargo, nadie podía confiar en ell@s mism@s para buscarla y encontrarla. 

Lo que más le impactaba a Germán era que las decisiones personales todavía agravaban más la cuestión. El ser humano veía la felicidad en el poseer y era un error total. 

Germán se centraba en la fuerza interior en la búsqueda de la felicidad, innegable en cada persona. Germán también veía la incapacidad humana para encontrarla. La buscaba por el camino equivocado. 

Tenía claro que no podía buscarla por él mismo. Debía evitar al ego:”todo lo que el ego te dice que necesitas te hará daño”. Así que necesitaba evitar al ego en su campo de división, de comparación y de enfrentamiento. 

Y buscar la felicidad, en la unidad, en el valor individual de cada persona, y en la aceptación de tod@s como seres maravillos@s tal cual lo era él. Pensaba en la frase y en las experiencias que la había aplicado: “Tu felicidad es mi felicidad”, “tu alegría es mi alegría”. 

Vibrar con la felicidad de los demás era tan maravilloso como encontrar la propia. Y Germán se hacía consciente de que este era un camino maravilloso para que sorprendentes vivencias ocurrieran.

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