lunes, julio 18

PERCEPCIÓN, PROYECCIÓN, ILUSIÓN

Juan Manuel estaba hablando con el profesor de psicología en el pasillo de la universidad. Unos cuantos estudiantes se habían unido para seguir la charla apacible, tranquila, sosegada y certera del profesor.

Les estaba compartiendo las circunstancias de su incorporación a la universidad. Todos los detalles que le fueron sucediendo. Ciertas personas trataron de ser muy amables con él. Quisieron ponerle al corriente de las diferentes personas con las que se encontraría. 

El profesor les comentaba a sus alumnos que no quería ser descortés con esas personas prontas a dar la información sobre los demás. Pero, el profesor les indicó que les agradecía mucho su interés. No obstante, quería descubrirlos por sí mismo. 

Juan Manuel le preguntó cuál era la razón de no aceptar esas opiniones. El profesor, con mucha cautela, le indicó que el ser humano tiene una óptica personal. Su visión de mundo se proyecta sobre las otras personas. Si dejo que me digan su opinión sobre los demás, lo único seguro que me dirían es lo que ellos pensaban de los demás. 

No me estarían informando de los otros, me informarían acerca de ellos mismos. También, como ser humano, yo resultaría influenciado para ver en los demás aspectos que no existían, pero sí existían en el informante. 

Juan Manuel agradecía la sinceridad del profesor. Su apertura le encantaba. Era una clase viva, auténtica y maravillosa en los pasillos de la facultad. Descubría, en esas explicaciones, que éramos incapaces de ver al/la otr@ en su realidad. Siempre nos proyectamos nosotros mismos en los demás.

Esa lección le dejó marcado para su vida. Al leer los siguientes pensamientos, su interior le decía que eran auténticamente verdad: “Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia”. 

“Ves lo que no está ahí, y oyes lo que no emite sonido”. 

“Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes”. 

“No te comunicas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueses el único que existe en todo el universo”. 

“En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida”

“Dios te llama, mas tú no lo oyes, pues estás embebido en tu propia voz”

“Y no puedes ver la visión de Cristo, pues sólo te ves a ti mismo”. 

Juan Manuel agradecía mucho la lección del profesor. Se sorprendía de las consecuencia que tenía. No podemos ver los amplios horizontes porque sólo nos vemos a nosotros mismos. 

Sabía que debía hacer un trabajo minucioso con sus pensamientos. Si alcanzaba a ver ciertas sensibilidades en los demás era porque esa sensibilidad estaba en él. Y, con esta idea en mente, fue revisando muchas de sus opiniones sobre los demás.

La frase: “sólo te ves a ti mismo” le dolía. Le zumbaba en sus oídos de una forma estruendosa. Reconocía algunas de sus malsonantes juicios y afirmaciones sobre los demás. Ahora sabía que eran juicios y afirmaciones sobre él mismo. 

La ilusión de la dualidad le había hecho creer que habían dos personas en su mente: él y el grupo de los demás. Y ahora, veía con claridad, que no había tal dualidad: él y él reflejado en los demás. La unicidad acaparaba por primera vez su mente. 

Para ver con mayor claridad a las personas que se cruzaban en su vida, debía afinar, evaluar, clarificar, ofrecer amor, comprensión y apoyo como él, en muchos momentos, lo requería. Así trataría como almas como la suya y no las juzgaría con tanta superficialidad e ignorancia como lo había hecho en su vida.

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