miércoles, julio 27

PENSAMIENTO, VACIAR, COMPRENDER

Lucas recordaba con cierta simpatía una anécdota que leyó en unos de sus libros acerca de un sabio oriental. La comprensión era tan evidente que llenaba todos los poros de su entendimiento. La imagen lo decía todo.

Un señor muy importante decidió poner un poco de orden en su vida y decidió ir a visitar a un hombre sabio que le habían recomendando. Llegó a la casa. Avisó de su presencia. Esperaba que el hombre sabio le recibiera de inmediato. 

Para su sorpresa, le dijeron que esperara un rato. Le invitaron a tomar asiento en una salita muy acogedora. El hombre importante se decía para sí mismo que era una descortesía no atender de inmediato al visitante. 

El hombre sabio esperaba que el hombre importante se relajara, se tranquilizara y olvidara el inmenso tumulto que tenía en su mente, en sus preocupaciones familiares y en todos los campos que atravesaba el importante hombre de negocios. 

Un rato después, el hombre sabio se presentó. El hombre importante empezó a hablar de inmediato. Pero, el hombre sabio lo tranquilizó, lo trató con mucha amabilidad y le invitó a tomar una taza de té. 

“Bueno, era una invitación amable”, pensó el hombre importante. Aceptó de no muy buena gana, pero estaba en la casa del hombre sabio y debía seguir sus orientaciones. 

El hombre sabio empezó con la ceremonia del té. Después de los variados gestos, empezó a llenar las tazas con el precioso líquido preparado. El hombre importante le seguía cada uno de sus movimientos. Sus ojos estaban centrados en el líquido que iba llenando la taza. 

Con sorpresa vio que llenaba la taza más de lo previsto. Todavía más, seguía echando té en una taza llena y este se vertía fuera de la taza. No pudo contenerse el hombre importante y le censuró al hombre sabio su falta de concentración. 

Ante la reacción del hombre importante, el hombre sabio le dijo: “has venido para que te pueda compartir sabiduría, pero la taza es un ejemplo de tu mente. Está llena ya. Si hecho más conocimiento, se verterá fuera como lo hace el té”. 

El hombre importante se quedó sin palabras. No sabía qué responder. La lección estaba aprendida. El hombre sabio le sugirió que cuando estuviera su mente vacía, él podría llenarla del conocimiento que tanto le faltaba. 

Lucas se preguntaba cómo se puede vaciar una mente que está llena de muchos conocimientos. Era un aspecto que le faltaba completar de la historia oriental. 

En estas líneas encontró una orientación para vaciar su mente: “Sólo aquellos que reconocen que no pueden saber nada a menos que los efectos del entendimiento estén con ellos, pueden realmente aprender”. 

“Para lograrlo tienen que desear la paz, y nada más”. 

“Siempre que crees que sabes, la paz se aleja de ti porque has abandonado al Maestro de la paz”. 

Lucas ahora vislumbraba que cuando sabía algo y no necesitaba ningún consejo, él mismo lo llevaba a cabo y su mente estaba llena. Ninguna sabiduría podía llenar su mente. Estaba llena y toda sabiduría se derramaba. 

La suficiencia humana impide a la sabiduría intemporal verter sus visiones profundas, certeras y apropiadas. Lucas veía el camino de su superación: no confiar en sus repetidas seguridades que muchas veces le había quitado la paz. 

La paz se revelaba como un elemento de evaluación sobre sus pensamientos. Así sabría si sus decisiones eran equivocadas, o, por el contrario, la sabiduría de todos los tiempos estaba en su cabeza.

Lucas entendía que debía albergar, con sencillez, el camino de la paz, el camino del amor, el camino del entendimiento. En adelante, ya no decidiría sólo él mismo. Decidiría juntamente con el Maestro de la paz. Así su cabeza no estaría llena para rechazar el té de la sabiduría infinita.

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