martes, julio 12

VISIÓN, DECISIÓN, CAMINO

Jaime estaba alucinando con esa frase que tenía delante de los ojos: “Ves lo que esperas ver y esperas ver aquello que invitas”. Se le caía el mundo al darse cuenta de que lo que veía era una decisión que él había tomado con anterioridad en sus pensamientos.

Jaime se repetía la frase por partes: “Ves lo que esperas ver”. Todo el edificio de sus razonamientos caía por su peso: “No vemos lo que hay. Vemos lo que creemos que hay”. Recordaba las ocasiones en las que había interpretado equivocadamente las intenciones de un amigo, de un familiar, de un conocido. 

No somos objetivos. Somos totalmente subjetivos. Vemos en los demás lo que esperamos ver. Un hachazo a la claridad y a la definición del otro. Jaime tenía que reconocer que veíamos a los demás a través del tamiz de nuestros sentimientos, de nuestras experiencias y de nuestros juicios. 

Concluía que buenos sentimientos -> buenas miradas. Confusos sentimientos -> miradas distorsionadas. Pero, debía ser honesto. Admitía que no era el/la otr@ el que lo provocaba, era su interior quien realmente lo maquinaba. 

Recordaba una frase que se le grabó en el alma: nunca verás la verdad del otr@ si no l@ amas. Era una frase preciosa. El amor siempre da ese toque especial que todo lo cambia. Pero, en esos momentos, Jaime se daba cuenta de que el tamiz siempre existía en la valoración de la realidad que nos envuelve. 

Jaime veía con claridad. De todos los tamices que podía poner, solamente el amor podría acercarse a la verdad y a la realidad. Sólo el amor podría ver las cualidades y las vibraciones interiores. Sólo el amor podía captar la bondad de una mirada sencilla y preciosa. 

La segunda parte lo recalcaba: “esperas ver aquello que invitas”. Jaime, por primera vez, se veía en primera línea de su vida personal. Era una decisión suya. Nadie se lo podía imponer. Si invitas la traición en tu vida, verás traición. Si invitas desconfianza, la verás. Si invitas envida, la sentirás. 

Jaime se estremecía. Había pensado, muchas veces, que la causa de sus males estaba en l@s otr@s. Nunca había tenido la luz que le estaba viniendo en esos momentos: Vemos lo que hemos decidido ver

Jaime debía tomar decisiones en su vida. Jaime debía enfocar de nuevo sus planteamientos. Quería ser consciente de las decisiones internas que tomaba. Creía que se quedaban dentro. Ahora reparaba que no se quedaban dentro, se proyectaban en sus miradas. 

Empezó a escribir en un papel una serie de cualidades para ver: bondad, todo el mundo tiene bondad. Respeto, todo el mundo ama el respeto. Valoración, cada persona tiene su valor infinito. Cariño, todo ser está hecho de amor. Apoyo, cada alma necesita en momentos del mismo. 

Se daba cuenta de que si esperaba ver esas cualidades, su mirada se las mostraría. Y al mostrárselas, reconocería que vivían también en su vida. Así comprendía que estaba construyendo su vida y colaboraba en la construcción de la vida de cada un@ con el/la que se cruzaba. 

El impacto de aquella frase fue total: Ves lo que esperas ver, esperas ver aquello que invitas.

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