viernes, julio 22

EMOCIÓN, EXPERIENCIA, ENCUENTRO

Agustín estaba absorto, concentrado, entusiasmado escuchando a su amigo. Una conversación abierta compartiendo la bella experiencia que había tenido. Hablaba de una persona que había conocido y lo había dejado totalmente sorprendido.

El amigo de Agustín era una persona profunda, cultivada interiormente, con unos ideales de amor elevados y con un interés muy claro por los asuntos de la mente y del alma. Su sensibilidad era exquisita. 

Sentía, en muchos momentos, la soledad de no encontrar personas que transitaran sus mismos senderos. Y, sin embargo, en esa conversación Agustín percibía que su amigo había encontrado esa persona que le abría las avenidas de su mente y todas las células de su cuerpo vibraban. 

Agustín estaba contento de la experiencia. Agustín lo escuchaba con esa atención que hace abrirse a las almas. Se alegraba con su amigo. Se sentía pleno viendo las vibraciones, las inflexiones de su voz, sus descripciones y la valoración global que hacía del encuentro. 

Agustín estaba seguro de la existencia de muchas almas con profundas cuestiones internas. Almas que no se conformaban con la superficialidad y ahondaban para beber el agua de vida de sus pozos profundos. 

Veía, con sumo placer, la alegría que su amigo le compartía. Los razonamientos que habían intercambiado. La madurez que habían alcanzado. La juventud latía y la profundidad les acompañaba. Un rayo de luz con fuerza irrumpía en su vida diaria. 

Agustín vibraba con esa experiencia y con las líneas que acababa de leer: “Hay una luz que este mundo no puede dar”. 

“Mas tú puedes darla, tal como se te dio a ti”. 

“Y conforme la des, su resplandor te incitará a abandonar el mundo y a seguirla”. 

“Pues esa luz te atraerá como nada en este mundo puede hacerlo”. 

“Y tú desecharás este mundo y encontrarás otro”. 

“Ese otro mundo resplandece con el amor que tú le has dado”. 

Reconocía Agustín que su amigo estaba en ese momento donde la luz se había hecho evidente en su vida. El contacto con esa persona había colmado todas sus expectativas. Había llenado sus depósitos interiores. Había saciado su sed interna de sabiduría infinita. 

Agustín le confirmó a su amigo que la energía se ponía en movimiento y siempre unía las energías gemelas. Su amigo abrió los ojos. Sus preguntas estaban en la línea de sus labios. Había volado por el cielo y las nubes lo habían transportado con suavidad y ligereza. 

“Por fin, expresaba, había visto la luz en su caminar”. La vibración se había elevado. Todas las señales se habían unificado y la alegría por encontrar un alma gemela estaba dando la vida a esa alma, en momentos, sola y distanciada. Había probado esa luz. Y releía esa afirmación: “Pues esa luz te atraerá como nada en este mundo puede hacerlo"
                        


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