viernes, julio 8

HAMBRE, CENTRO, CONVERSACIÓN

Rafa estaba inquieto. Sentía que le faltaba algo. Su interior le clamaba. Un vacío se hacía evidente y empezaba a buscar una alternativa para calmar esa hambre que su interior le demandaba.

Rafa se preguntaba la causa de esa necesidad de encontrar ese elemento que colmara su vida. ¿Cuál sería esa persona, ese detalle, ese viaje, ese pensamiento que le devolviera el entusiasmo por la existencia? Estaba en horas bajas y no encontraba el modo de salir. 

Hacía varios días que consideraba la posibilidad de un cambio. Pero, hasta el momento, nada se le había ocurrido. Nada se le había presentado como un regalo para colmar esas aspiraciones. 

Rodeado por sus libros, después de mucho hojear, encontró un párrafo que había subrayado tiempo atrás: “No podrás por menos que buscar, ya que en este mundo no te sientes a gusto”. 

“Y buscarás tu hogar tanto si sabes dónde se encuentra como si no”. 

“Si crees que se encuentra fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando donde no está”. 

“No recuerdas cómo buscar dentro de ti porque no crees que tu hogar esté ahí”. 

“Pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti y te guiará a tu hogar porque esa es Su misión.

Rafa se quedó pensativo. Le impactó este párrafo como no le había sorprendido en su momento. Especialmente se repetía estas líneas: “Si crees que se encuentra fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando donde no está”. 

A Rafa se le hizo la luz. Entendía, de un fogonazo, la necesidad de dedicarse tiempo para sí mismo en paz y en tranquilidad. La necesidad de descubrirse a sí mismo y ser consciente de sus pensamientos. La necesidad de aceptarse como la maravilla que era. 

Había leído que era una persona excepcional, importante, única, valiosa y formidable. Siempre estas ideas le pasaban por la cabeza como buenas palabras pero no como auténticas realidades. En esa nueva luz, veía que hablaban de su espíritu, de su alma, de su energía y de su valía. 

Rafa se reconocía como una persona descuidada. Nunca había reparado en el silencio, en la paz, en la intimidad de su alma, el tesoro que su corazón escondía. Siempre se había centrado en la idea que tenían los demás de él. No se había preocupado por descubrirse a sí mismo. 

Lo importante era la idea que tenía él de sí mismo. Este pensamiento guiaba su vida. La dirigía sin ninguna duda. En cambio, no había construido, con sus momentos de soledad, ese edificio tan hermoso que alguien había puesto dentro de él. 

Sentía la presión de su pecho desaparecer. Notaba que la ansiedad de encontrar algo nuevo en su vida bajaba su intensidad. Su cuerpo se relajaba. Su pensamiento se ponía contento y le devolvía la alegría con una maravillosa bienvenida: “Ven aquí, quiero hablar contigo y descubrir tu tesoro”.

Rafa se estaba encontrando a sí mismo. Rafa saltaba de alegría. El gozo se reflejaba en su cara. Era guardián de un vasto tesoro y no sabía que lo tenía. Recogió unas cuantas cosas. Puso algo de comida en una mochila. Se vistió con ropa cómoda. Y salió a la naturaleza a charlar con ella. 

Bajo la sombra de un amplio nogal, empezó su charla esencial. Abrió su corazón a los vientos. El sol, que lo rodeaba, le daba luz. La brisa, que lo acariciaba, lo refrescaba. Las hojas, que lo cobijaban, lo saludaban con su armonía. Y el corazón contento, después de mucho tiempo, se abría. 

Rafa se quedó quieto, sereno. Parecía que encontraba esa solución que tan ampliamente buscaba: escucharse a sí mismo, dialogar con su interior, conocer la nobleza que habitaba en él. 

Aceptar ese tesoro puesto por El Creador. Él, por primera vez, se encontraba con esa paz especial que sólo infundía el Señor. Aceptaba esa propuesta que resonaba en sus pensamientos: “Aquí, dentro de ti, tienes tu casa, tu tesoro y todo lo que ansia tu corazón”. “Cuida esa hermosa joya que, con todo Mi Amor, he puesto en tu sensible voz interior”.

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