viernes, febrero 24

INICIOS DE ENTUSIASMO

Adolfo se sorprendía de la facilidad que uno de sus amigos tenía para utilizar expresiones de desvalorización hacía sí mismo. “Porque claro está que no valgo nada”. “Es normal ser un don nadie”. “A mí, nadie me quiere”. “Tan solo soy un pobre diablo”. “No tengo ningún buen parecido”. “Nadie se preocupa por mí”. “a mí, me ha tocado lo peor en la vida”. “No tengo nada de suerte”. 

Todas esas frases eran un ejemplo, un exponente de los estribillos con los que rellenaba sus conversaciones, sus reflexiones, sus interacciones con los demás. Aparentemente no se inquietaba. Mostraba una naturalidad en esas ideas que se diría que no le afectaban. Adolfo se admiraba. Era una costumbre totalmente contraria a la suya. 

Tenía mucho cuidado con proferir expresiones negativas en contra de nadie y en contra de sí mismo. Había experimentado en algunas ocasiones unas sensaciones estupendas. Después de leer escritos positivos, comprensivos, profundos y valorativos de las cualidades buenas de las personas, había sentido un cambio en su interior muy significativo. 

Sentía una paz y una alegría nueva. Solía compartir ese entusiasmo con todas las personas que se cruzaba. Alguna que otra le había expresado que era un deleite encontrarse con él. Admiraban sus comentarios y sus apreciaciones de las circunstancias siempre con ese espíritu jovial, positivo y de aprendizaje vital. 

Por ello, sabía que esa visión negativa de su amigo, sobre todo, consigo mismo, le hacía proyectar sobre los demás ese negativismo. Así leía y releía aquel párrafo que tenía delante de sí: “Desea lo que quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es real”. 

“No hay un solo pensamiento que esté desprovisto de liberar o matar. Ni ninguno que pueda abandonar la mente del pensador, o dejar de tener efectos sobre él”. 

Era cierto que estábamos rodeados de aspectos negativos. La misma sabiduría popular lo tenía cifrado en un refrán: “Piensa el ladrón que todos son de su condición”. Será verdad o no en un número de personas, pero para el ladrón es su verdad y es lo que verá en los demás, sea cierto o no. Adolfo se atrevía a acuñar, el mismo, un refrán con la visión contraria. 

“Piensa la persona bondadosa que todos tienen la nobleza amorosa”. Creía firmemente en ese refrán. En cada corazón humano había un lugar donde la nobleza amorosa habitaba con certeza. Esa era su mirada. Y en todos los momentos que la aplicaba, nunca se equivocaba. Siempre la hallaba. No podía fallar. Quienes habíamos sido criados por el amor de una madre, sabíamos muy bien qué era ese amor. 

Los pensamientos configuran nuestra visión de lo que vemos en los demás. Y cuando se trata de conceptuarnos a nosotros mismos la misma bondad que vemos en los demás la podemos ver en nosotros mismos. No es baladí tener pensamientos negativos contra nosotros mismos. La misma negatividad que vivimos nosotros la vemos en los demás. 

Todos deseamos un mundo mejor, un mundo de paz, un mundo de mano tendida, un mundo de ayuda y apoyo. Empecemos por nosotros mismos con los conceptos más limpios, claros, positivos, energizantes y bondadosos, Se iniciará el ciclo de, vivirlo nosotros, verlos en los demás, y vivirlos juntamente unos con otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario