jueves, febrero 16

TU CONVICCIÓN ES PODEROSA

Guille estaba contento. Por fin había encontrado la solución para el ser humano equivalente al instinto de los animales. Veía como éstos se desarrollaban siguiendo sus instintos. Ellos los guiaban y les hacían resolver todos los problemas de la existencia. Todos seguían su orientación. No tenían ninguna discusión ni ninguna contrariedad. Ningún animal se lo planteaba. 

Con el ser humano era distinto. Su capacidad de conocer, su capacidad de entender, su capacidad de pensar sobre el futuro, revisar el pasado, vivir un presente efímero lo situaba, en muchas ocasiones, en lugares poco estables. La emoción jugaba su papel. Todo un cúmulo de fuerzas que parecía, en momentos, no poder manejar. 

Guille echaba de menos ese instinto potente que todo lo dirigía en el mundo animal. Sin embargo, el ser humano tenía un poder similar. Ese poder estaba situado en su capacidad de tener una potente convicción. Esa convicción lo guiaba por todos los mares que surcaba, por todos los inconvenientes que encontraba, con todas las posibilidades que aparecían en su vida. 

Esa convicción era su potente horizonte orientador de todas sus decisiones. Pero, ¿dónde radicaba la gran variedad de esa convicción? Guille veía que esa convicción fuerte se ponía, siguiendo la libertad de cada ser humano, en lugares diferentes. Ahí radicaba su especificidad. 

Esa convicción era tan potente que, si creía que no valía nada, construía todo su mundo alrededor de esa convicción. “La falta de convicción no es realmente falta de convicción, sino convicción que se ha depositado en lo que no es nada”. “La convicción que se deposita en las ilusiones no carece de poder, pues debido a ello el ser humano cree ser impotente”. 

Guille entendía mucho mejor la idea de estar dormido. El concepto de reconocer ese tremendo poder que poseíamos en la convicción era vital para la vida. Un poder del que éramos inconscientes. En lugar de focalizarlo en lo que realmente nos debilitaba – y como poder lo hacía – teníamos la libertad de focalizarlo en lo que realmente nos construía, nos elevaba, nos daba la energía para superar todas las debilidades que creíamos tener – y como poder se lograba esa poderosa situación. 

Guille se estremecía, se alegraba, se sorprendía. Tanto tiempo equivocado, ciego, dormido. No se daba cuenta de que todo lo que sucedía en su vida emanaba de su convicción profunda. Admitía, por primera vez, que al igual que el instinto guiaba a los animales, su convicción lo guiaba a él. Reconocía su libertad para depositar su convicción donde creía mejor. Una vez depositada, la convicción era tan fenomenal y potente que le ofrecía su realización. 

Entendía mucho mejor por qué la predicción de los pesimistas se cumplía en sus vidas. Sus convicciones iban por dicha senda. No eran predictores de nada. Eran realizadores de sus propias convicciones. Guille se volvió a sí mismo. Empezó a evaluar sus convicciones. Su vida le había ayudado. Tuvo la convicción de llegar a cierto lugar con sus estudios universitarios. 

Llegó porque la convicción nunca le abandonó a pesar de los consejos de muchas personas alrededor que le desanimaban a realizar tan potente esfuerzo. Así, Guille elevaba sus ojos al cielo azul de la mañana. Descubría que todo ser humano tenía esa potente convicción en su interior. Algunos la depositaban en su propia autodestrucción. Otros, se construían con esa misma fuerza y alcanzaban niveles insospechados. 

Guille sonreía. Sus ojos se alegraban. La vida le regalaba otro potente descubrimiento que orientaba su existencia.

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