sábado, febrero 18

LOS DOS LAGOS EN NUESTRA MENTE

Lucas veía aquellas propuestas como dos lagos inmensos de agua que estaban a su alcance, pero que no tenían comunicación entre ellos. Era como decidir en cuál de ellos sumergirse y seguir las corrientes internas propias de cada lago. Sabía que no se comunicaban. Sabía que, en ocasiones, estaba en uno de ellos. En otras, estaba en el contrario. Una experiencia que lo sumergía totalmente.

Estaba contento porque tenía claro esa doble posibilidad que tenía ante sí. Una doble forma de pensar emergía de los lagos. Durante mucho tiempo, parecía que cada día nadaba, según las circunstancias, en alguno de ellos. No lo elegía de forma consciente. Las sensaciones que le brindaban a su cuerpo y a su mente eran totalmente distintas. 

Al leer en ese párrafo la definición que hacía de uno de los lagos, se vio totalmente reflejado. Lo había sentido en muchas ocasiones. “Si le prestas oídos a los dictados que te sugiere el lago del “ego” y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo “insignificante”, “vulnerable”, y “temeroso””. 

“Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimientos de inestabilidad e irrealidad. Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú”. 

Lucas veía que esos resultados salían de su propia decisión. Podía eludir bañarse en ese lago del “ego”. Tenía libertad. Tenía claridad. Tenía experiencia. Podía elegir el otro lago. Era lo contrario. Tenía paz, fuerza, corazón, optimismo, voluntad, alegría y una energía poderosa. Durante tiempo aceptó que las circunstancias del día lo tiraran en uno u otro lago. 

Ahora vislumbraba, con mucha ilusión, que él podía decidir dónde bañarse, donde sumergirse, donde evolucionar, desde su propia voluntad. Eso cambiaba mucho su visión. Su libertad se engrandecía. En algunas conversaciones que había tenido con personas sabias y sensatas, cuando se encontraba bajo de ánimo, notaba cómo le habían cambiado su idea, su percepción. 

Ahora lo veía con mayor claridad. Le sacaban del lago del “ego” y le invitaban a entrar en el otro lago. A veces le costaba salir, pero cuando reconocía su equivocación y el apoyo cariñoso de la persona que le hablaba, salía de un lago y se metía en el otro. El cambio era estupendo, maravilloso y energético. Algunos se lo hacían notar. Le decían que era otro hombre. 

Una sonrisa se dibujaba en su rostro. Una comprensión se expandía por su mirada. Esos dos lagos eran sus dos tipos de pensamientos. La claridad había llegado a su mente y a sus emociones. Al menos, era consciente de que podía elegir el lago apropiado para su evolución y, su continua y hermosa superación.

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