lunes, febrero 13

LOS DESEOS CONSTRUIDOS

Daniel estaba centrado en ese poder que delineaban esas ideas estampadas en aquel libro. La idea del deseo destacaba y se ponía en un lugar prominente de fuerza, orientación, potencia y realidad. Eso le captó la atención a Daniel: la potencialidad del deseo. Siempre había tenido deseos en su mente, pero no había hecho, en muchas ocasiones, más que dejarlos marchar por la inutilidad de conseguir sus efectos. 

Sin embargo, parecía que había deseos que lograban efectos de dirección totalmente opuestos. “El intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. Y el mundo que sí deseas se te concede, puesto que lo deseas”. 

“Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede así mismo aceptar corrección si está dispuesto a reconocer que estaba equivocado”. 

Recordaba cierta persona que había llevado en su vida cierta idea de perfeccionismo en sus tareas. Sin darse cuenta, se exigía perfeccionismo y exigía lo mismo a los demás. Exigía las cosas bien hechas, incluso, a las circunstancias. Todo debía estar cuadrado en sus puntos debidos. Un mundo creado en su mente, en sus ideas, en su deseo de perfección. 

Aparentemente todo maravilloso. Un mundo equilibrado en todo su conjunto. Las tensiones de sus músculos se resentían a menudo. Tomaba relajantes. Acudía a sesiones de fisioterapia. Todas las soluciones chocaban con una realidad. No eran tensiones producidas por esfuerzos físicos. Eran tensiones producidas por su dificultad para admitir los desequilibrios de su mundo personal creado. 

Daniel entendió que cada persona se creaba un mundo individual con sus características peculiares. Y que su felicidad se debía a que las circunstancias se amoldaran a las creaciones personales de su mundo inventado. El deseo era capaz de crear estructuras y estados con una fuerza poderosa que incidían en la salud de los creadores.

Ahora veía una situación totalmente distinta en aquella propuesta. Tocaba una nobleza exquisita: “Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede así mismo aceptar corrección si está dispuesto a reconocer que estaba equivocado”. Daniel se asombraba. El deseo era capaz de crear todo un mundo inventado. Era poderoso. Descubría ese poder que nunca lo había considerado. 

Un poder inmenso como una persona creadora. Lo había creado en su mente. Creía que era lo perfecto, lo bueno, lo adecuado, lo oportuno, lo cabal. Pero, al compararlo con los efectos en su vida, con las tensiones producidas en su salud, tenía el gran poder de abandonarlo o de aceptar corrección. No tenía obligatoriamente que seguirlo siempre. 

Una libertad que Daniel agradecía totalmente. Un deseo que podía ser cambiado con tal de ver los resultados equivocados. Se podía construir otro mundo perfecto, rodeado de amor y comprensión en las circunstancias de esta vida, y de la mano encantadora que abarcara a toda la humanidad. Y si este mundo nuevo lo deseabas, se te concedía puesto que lo deseabas. 

Daniel quedaba maravillado por el poder del deseo. También quedaba igualmente impresionado por la capacidad de cambio que tenía en sí: un deseo dispuesto a ser corregido si reconocía que estaba equivocado. Daniel recordaba con emoción a cierta persona que cambió, en los años maduros de su vida, todos sus presupuestos de exigencia a los demás, al reconocer que estaba equivocado. 

Momentos donde el corazón se deshacía en una emoción fuerte e intensa de comprensión, de perdón, de sencillez, de bondad y de conjunta vibración. En esos momentos se veía la hermosa luz del corazón.

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