domingo, febrero 19

PASOS VITALES DEL PROCESO INTERIOR

Juan miraba, con perspectiva, su vida. Se fijaba en aquellos momentos donde él había tomado unos giros importantes en su mirada. Cambios de rumbo que habían alumbrado el descubrimiento, el nuevo conocimiento, la nueva idea que había alcanzado su alma. Rayos de luz que habían alumbrado la oscuridad de su caminar y de visión en la esperanza. 

Recordaba, en sus estudios de pequeño, la figura que aparecía en su libro de estudio. Representaba al Padre Celestial con un triángulo. Dentro del triángulo aparecía un ojo. La frase que aparecía era muy clara: “Dios te vigila”. La sensación de Juan era de cierto temor, de cierto miedo, de cierto elemento que le quitaba la libertad. Alguien le estaba vigilando en cada momento. No se podía escapar de su acción. 

Con esa idea fue creciendo. Pero llegó un día donde esa sensación de cierto temor comenzó a desaparecer: “Orar es el acto de abrirle el corazón al Padre Celestial como a un amigo”. La idea de amistad superaba la idea del temor. Un amigo era una persona que se elegía. Desarrollaban confianzas y compartían ciertos detalles que no se sacaban normalmente del interior. 

El caminar fue distinto, alegre, libre, gozoso. Su vida tomó un giro muy positivo. Su convicción interior le daba paz y mucha confianza. Contar con un amigo tan sabio y tan maravilloso era la alegría de cada noche cuando repasaba las acciones de la jornada. Las compartía con su Gran Amigo. Un descanso y unos momentos de mucha sabiduría llegaban a su experiencia. 

Los años fueron pasando. Un tercer punto le esperaba en su caminar. “El plan del Padre Celestial para tu transformación no se habría podido establecer sin tu voluntad ni sin tu consentimiento”. Ahora, además de amigo, descubría la función de colaborador. Se quedó asombrado. Se quedó entusiasmado. Se quedó boquiabierto. 

Era algo realmente magnífico. Era un paso jamás soñado. Sin embargo, entendía muy bien, como profesor, los acuerdos en ciertas actividades que llegaba con sus alumnos preuniversitarios. La participación global de todos en el proceso, hacía llegar todos juntos a unas conclusiones compartidas. Todos se sentían implicados, partícipes y colaboradores. 

Entendía muy bien, desde ese punto de vista, la idea de colaboración. Entendía que esa idea de participación estaba grabada en el cerebro de todas las personas. Al estar grabada, la idea resonaba en el corazón de una manera especial. Y Juan sentía ese resonar en su interior. Sabía que, si no estuviera esa idea en el interior, sería imposible hacerla resonar. 

“El plan del Padre Celestial para tu transformación no se habría podido establecer sin tu voluntad ni sin tu consentimiento”.

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