Siempre hay momentos donde aflora la bondad indeleble de nuestros corazones. No se puede ocultar lo que realmente anida en nuestro interior. Por ello, no podemos dudar de los maravillosos tesoros que llevamos dentro.
Me acuerdo de la historia que leí en un libro de psicología sobre un campamento de chicos difíciles. Los habían llevado allí para que superaran sus inconvenientes. Los monitores estaban dirigidos por un grupo de psicólogos para orientar el campamento y solucionar las dificultades que se podrían presentar.
Se formaron dos grupos naturales muy competitivos y muy enfrentados entre ellos. La convivencia era difícil. Los altercados, continuos. Cada día se enconaban mucho más los ánimos. Se llegó a un punto que no se sabía qué dirección tomar para superar los duros enfrentamientos entre los dos grupos.
El grupo de psicólogos tenía que tomar una decisión. El responsable del campamento expuso la idea que llevarían a cabo durante la noche. El campamento estaba alejado de cualquier punto habitado. La salida del lugar era difícil. Había que cruzar un puente de cuerdas sobre un desfiladero montañoso.
El agua que tenían era vital para su supervivencia. Su vida dependía de ella. El lugar estaba bien acondicionado y disponía de toda el agua necesaria. Esa noche dispuso que romperían los conductos del agua y que dejarían al campamento sin agua. También cortarían el puente de cuerdas para hacer muy complicada la salida.
Todos se quedaron sorprendidos. Sin embargo, ante la situación insostenible de las relaciones, no había otro tipo de solución. En la madrugada, despertaron a los chicos y les dijeron la dificultad sucedida. No tenían agua y no podían abandonar el lugar.
La situación era extrema. Su vida iba en sus decisiones. Les propusieron a los chicos que había que reparar la avería y tenían que reponer el puente de cuerdas. Unas caras de asombro. Pensamientos rápidos. No podían abandonar. Estaban encajonados en aquel valle.
El día amanecía. Las caras somnolientas. Las miradas entre los grupos aceradas. Cada grupo iba por su lado. Los dos, muy preocupados. Se reunieron con el responsable del campamento. Evaluaron la situación. No había otra que tratar de reparar la avería.
Todos asintieron. Se les pidió colaboración a todos los chicos. Dependían del agua para su supervivencia. Formaron equipos de trabajo. La emergencia era vital. Tenían que acometer todas las acciones lo más pronto posible. Ante tal emergencia se pusieron todos al trabajo.
Los dos grupos, focalizados en esa situación vital, se pusieron a trabajar juntos los unos con los otros. Ya no había diferencias, protagonismos, desprecios, superioridad, indiferencia, ataque. La situación tan desesperante había cambiado todo eso por colaboración, intereses comunes, salvar sus vidas, apoyarse los unos a los otros.
La vida de cada uno dependía del esfuerzo de los demás. Los picos que tenían ya no servían como arma mortal de ataque entre ellos. Se lo intercambiaban para cavar rápido la zanja que necesitaban. Los largos palos con los que se desafiaban se ponían para tender otra vez las cuerdas y restablecer el puente roto del desfiladero.
Las azadas ya no eran armas de ataque. Eran herramientas para arrastrar la tierra que necesitaban debajo de los tubos para soportan el peso y la presión. La comida no era objeto de lanzamiento. Ahora reponían las fuerzas de su trabajo rápido y certero para impedir que se agotara el agua antes de canalizarla.
Una necesidad los había reunido, les había hecho descubrir sus mejores partes interiores. Se descubrieron a sí mismos y descubrieron a los demás con la alegría de estar trabajando todos para su bien propio. Se había acabado la competencia, la jerarquía, el desprecio y el insulto.
Todos se animaban, se ayudaban, se turnaban. El trabajo requería de celeridad. El agua se iba desparramando y no podían permitírselo. Se relevaban unos a otros. Había que taponar la brecha. El trabajo en equipo sin escatimar ningún esfuerzo fue preciso, rápido y certero.
Al caer la tarde lo lograron. Todos estaban cansados, exhaustos, sudados, llenos de tierra. Respiraban aliviados. Su vida ya no corría peligro. Tenían agua suficiente para resistir mientras se restauraba el puente de cuerdas.
Unos abrazos, unos apretones de manos, unos ojos claros y despiertos se felicitaban unos a otros por el esfuerzo realizado. Todos se agradecían a todos la salvación de sus vidas. Todos reconocían el esfuerzo del otro. La vida les daba otra oportunidad con una visión muy distinta.
El campamento terminó siendo un gran éxito. Aquellos muchachos descubrieron la inutilidad del ataque y la maravilla de la colaboración. Muchos hermosos sentimientos nacieron. Empezaron a valorarse y a valorar al otro. En aquella mañana descubrieron su mutua necesidad.
La alegría de la superación había unido a aquellos chicos difíciles del campamento. Sus propios padres quedaron impactados. No se podían creer lo que estaban viendo. Los dos grupos montaron la fiesta final. Expusieron sus descubrimientos de colaboración.
Todos los padres estaban satisfechos. Se miraban entre sí. Agradecieron a Dios y a los responsables del campamento el resultado de la experiencia tan estupenda. Siempre hay quien confía en el interior del ser humano. No les dieron ninguna ayuda. Solamente los pusieron ante una circunstancia crucial.
Y ellos sacaron lo que realmente había en su corazón cuando la mirada se focalizó en lo mejor que tenían. Se hicieron patentes sus tesoros de confianza, de ilusión, de superación, de colaboración, de ayuda, de apoyo y de aceptación.
De no haberlo tenido, no habría surgido. Pero, realmente lo tenían y lo compartieron con total generosidad. Lograr la supervivencia quitaba todos los demás enconamientos. Proyectos comunes que incidían en su mutua necesidad, en su mutua colaboración.
La experiencia quedó en mi corazón como testimonio de la fuente inextinguible de bondad que anida en cada ser humano. Al menos, en esta ocasión, la bondad se hizo patente y brotó.
Permitamos, pues, que nuestra bondad se haga presente en nuestras vidas y nos llene, con sus aportaciones, de la luz fabulosa que nos ilumina y nos fortalece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario