martes, abril 26

LUZ, ORIENTACIÓN, SEGURIDAD

Carlos estaba en las estribaciones de una montaña. Era un lugar que recorría de continuo entre su lugar de trabajo y su casa. Los árboles verdes, las hierbas que se desarrollaban con libertad, el aire lleno de oxígeno durante el día deleitaban sus sentidos.

Los pasos de cada día habían formado un camino pisado y sin vegetación. Discurría con todos los giros y recovecos de la sinuosidad de la montaña. Seguía la tendencia natural de la vertiente. No había pérdida. Empezando el camino y dejándose conducir por él llegaba hasta su casa. 

Era su caminar de regreso. El sol alumbraba en el horizonte. De pronto, vino a su mente un esbozo del desarrollo de la vida. Había perdido a su madre y a su padre. Tenía a sus hijas mozas de 12 años. 

Se daba cuenta que la vida consistía en formar una familia. Apoyar el desarrollo de sus hijas y educarlas. Desarrollar en ellas los buenos principios, las habilidades musicales e intelectuales. Cuidarlas, atenderlas y compartir buenos momentos. 

En un momento se le cerró esta visión global en un punto como resumen del devenir de la vida. Algo sintético que se repetía en cada momento, en cada época, en cada familia. Eso era todo. Fue como un flash que alumbró su interior. 

Sentía que era un proceso muy reducido, sintético y repetido. Él no podía quejarse de la vida. Todo se había desarrollado según sus objetivos. Pero, aquel flash le dejó, por un instante, con una visión empobrecida. Sentía que algo más debería ser el paso por la vida. 

Al llegar a casa, fue a su despacho. Cogió un libro y empezó a leer: 

“¿Quieres saber lo que la Voluntad de Dios dispone para ti?

“Pregúntamelo a mí que lo sé por ti y lo sabrás”. 

Nuestra jornada es simplemente la de regreso a Dios que es nuestro hogar”. 

“Siempre que el miedo se interpone en el camino hacia la paz, es porque el ego ha intentado unirse a nuestra jornada, aunque en realidad no puede hacerlo”. 

En esta jornada me has elegido a mí de compañero en vez de al ego”. 

“No trates de aferrarte a ambos, pues si lo haces, estarás tratando de ir en direcciones contrarias y te perderás”. 

Aquel flash que tuvo Carlos se había centrado en el camino del ego. Era una visión reducida, centrada en el cuerpo, centrada en las habilidades. Faltaba una dimensión mayor, más amplia. Se repetía la frase: “nuestra jornada es simplemente la de regreso a Dios que es nuestro hogar”. 

Hacía tiempo que consideraba la presencia de Dios en la vida diaria. Había abandonado la idea de un encuentro después de la muerte. Simplemente el concepto de que Dios es nuestro hogar lo llenaba otra vez de ilusión. La vida era el hogar donde todas nuestras facultades superiores encontraban su razón de ser. 

Resonaba en su mente: “nuestra jornada es simplemente la de regreso a Dios que es nuestro hogar”. Su matrimonio, sus hijas le habían ampliado la visión. Comprendía mejor a Dios. Ahora solamente le faltaba incorporar cada día, cada momento, cada pensamiento en ese encuentro gozoso de Dios en su corazón. 

Carlos ahora se sentía más completo. El flash le había dejado temblando. Le había encogido su alma. Ahora con aquellos textos, su visión se había ampliado, completado. 

Tenía un nuevo gozo delante de él. Y a partir de aquel día dejó de lado el miedo por el ego. Se centró en su objetivo. Empezó a vibrar y a encontrar ese sentido completo de su vida que aquel flash le había reducido.

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