martes, abril 19

LA DEBILIDAD DE LA DIVISIÓN

Federico estaba triste aquella tarde. Había estado jugando con sus amigos y vio como su mejor amigo le había roto su juguete preferido: Un caballo precioso con su jinete a los lomos. No se lo hubiera esperado. Y nunca que fuera su mejor amigo.

Dos fuerzas luchaban en su interior. Una le repetía que era su mejor amigo. Era la persona que mejor le comprendía. Era la persona con la cual más se divertía. Era la persona con la que intercambiaba secretillos de su caminar por la vida. 

Otra le resonaba que su amigo había sido un inconsciente. Se lo había roto porque sabía que a él le gustaba mucho. Aquel brusco movimiento no tenía sentido. La voz insistía que se lo había roto a propósito. Luchas en su interior que lo tenían dividido.

Cuando pensaba en su mejor amigo, la cara se le iluminaba. Lo apreciaba mucho. Era genial estar con él. Las horas pasaban deprisa en su compañía. Todo se paraba cuando ellos jugaban. Un deleite estar juntos. 

Cuando pensaba en el percance del juguete roto, una cara hosca, de pocos amigos se reflejaba en su rostro. La cara fruncida, los morros apretados y una contrariedad sentida se desarrollaba en su interior con una fuerza incontenible. 

Todos sus amigos estaban juntos, jugando, hablando, departiendo, riendo, disfrutando y teniendo buenos momentos. Él se encontraba solo, dividido, frustrado, contrariado y sufriendo. 

¿Quién debía ganar este pulso en su interior? La voz que le indicaba la maravillosa amistad o la voz que le mostraba el juguete roto y descompuesto. Las dos eran importantes. Si elegía la voz de la amistad despreciaba la voz del juguete roto. Y eso era como burlarse de él mismo.

No. No podía admitir la falta de cuidado de su amigo. Pero, no podía romper su hermosa amistad. Las dos voces empezaron a elevar su volumen, a agrietarlo por dentro, a hacerlo sentir débil y hacerle perder el buen momento que estaban pasando sus amigos. 

Ninguna voz quería ceder. Ninguna voz daba su brazo a torcer. Lo continuaban rompiendo. Federico descubrió que no podía seguir a las dos voces. Los destrozos sentimentales en su seno eran terribles. Solamente una voz debía permanecer por encima de la otra. La otra voz debía desaparecer. 

“Solos no podemos hacer nada, pero juntos nuestras mentes se funden en algo cuyo poder es mucho mayor que el poder de sus partes separadas”. 

“Puesto que nuestras mentes no están separadas, la Mente de Dios se establece en ellas como nuestra mente”. 

“Esta mente es invencible porque es indivisa”. 

Federico eligió la voz de la amistad. Su amigo era mucho más importante que él. Le fue fácil comprender y aceptar cuando sus amigos se interesaron por él. Fueron a invitarle a estar con ellos. Y Federico comprobó que la alegría, la ilusión había vuelto a su rostro. La fuerza y el empuje brotaban con desparpajo. Se integró al grupo de la amistad. Y con ellos, la voz del juguete roto desapareció. 

Descubrió el valor de esa frase tan potente: “Esta mente es invencible porque es indivisa”. 

En esa hora de la tarde, descubrió la potencia de la unión.

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