martes, abril 12

ENCUENTRO SANTO

No puedo precisar el porqué, pero desde pequeño siempre he tenido una cierta timidez que me ha impedido expresarme tal cual soy. Con las personas que no sentía la timidez era yo, realmente yo. Me sentía pleno, natural y dichoso.

Con las personas donde la timidez se hacía presente era una completa caricatura de mi ser auténtico. Me sentía encerrado, sin poder expresarme, limitado y sin palabras espontáneas. Todo era un tanto mecánico. No era feliz. 

Había dos caracteres o caretas de dos personajes totalmente diferentes. Según la comunicación o la energía que había en el ambiente aparecía una careta u otra. Dependía del exterior. No era yo quien decidía qué careta elegir. Y eso me provocaba contrariedad en mi interior. 

Hasta que un día entendí que era yo quien de forma inconsciente, según la persona que alcanzaban mis ojos, elegía la careta oportuna. Siempre esperaba que la otra persona cambiara. Siempre esperaba que las condiciones fueran distintas y pudiera sacar mi mejor careta. 

Cierta persona de confianza a la que me abrí con este tema, me indicó que era un concepto interior mío que no aceptaba. En mi interior tenía un conflicto de abrirme y explayarme frente a uno de encerrarme y no hablar. Así en momentos era conversador, simpático, amable y en otros momentos era hosco, callado, limitado y distante. 

Ese conflicto interno se proyectaba sobre las personas. Unas despertaban en mí una careta y otras me despertaban otra. De no haber tenido ese conflicto interno, todas me hubieran despertado mi careta natural, mi careta feliz. Concluí que el problema no estaba en las personas, estaba en mí. 

Indagué las causas de mi careta infeliz y fui descubriendo algunos pensamientos equivocados. Fui comprendiendo las causas y poco a poco fueron clarificándose y mi careta distante fue desapareciendo paulatinamente. 

Y ahora, estoy comprendiendo un paso más en mis relaciones con l@s otr@s:

“Cuando te encuentras con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo”.

“Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo”. 

“Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo”. 

“Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo”. 

“Nunca te olvides de esto, pues en tus semejantes o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo”. 

“Cada vez que dos Hijos de Dios se encuentran, se les proporciona una nueva oportunidad para salvarse”. 

“No dejes de darle la salvación a nadie, para que así la puedas recibir tú”. 

“Yo estoy siempre contigo, en memoria tuya”. 

Es un deleite encontrarme con las personas con estas ideas en mente. Conectamos, conversamos, nos respetamos, nos apoyamos y nos sentimos realmente nosotros mismos. 

Un día, conversando con un amigo, nos preguntábamos sobre la causa de la delicia de pasar momentos juntos y disfrutar. Y los dos concluíamos que eso era posible porque éramos realmente nosotros mismos. No nos cohibíamos. Éramos naturales. Y esa naturalidad nos catapultaba al cielo. Y los momentos eran una delicia donde el tiempo no existía.

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