lunes, abril 11

LA PAZ, EL GOZO Y LA LIBERTAD

Estaba recostado sobre mi cama. El día tocaba a su fin. Con la cabeza ligeramente levantada por dos almohadas, mi mente discurría por las acciones del día.

Me sentía feliz, dichoso, con paz. Un día estupendo había pasado. Un día maravilloso se presentaba ante mi mente, ante mi vista y ante mis sentimientos satisfechos. 

Me pregunté el porqué de mi tranquilidad. No había logrado un final feliz en todos los incidentes del día. Todos habían terminado bien, menos uno. Estuve repasando los detalles, mi actitud y cómo se habían desarrollado. 

Mi paz interior y mi experiencia adquirida, junto con la sabiduría que iba atesorando me habían ayudado mucho. En cada caso mi mente se había puesto en contacto con el Creador. Empezaba a dejar que Él dirigiera mis pensamientos. 

Era un momento de reflexión centrado en si había actuado yo (el ego) o había dejado libertad a mi mente de Cristo en mí. Siempre las tenía presente. Sabía que si no era consciente, la tendencia general era la actuación del yo (el ego). 

Durante mucho tiempo había sido la tónica general de mi vida, de mi pensamiento y de mi rutina diaria. Había muchos programas en mi interior que se desplegaban automáticamente en cada ocasión. Solamente la consciencia podía interrumpirlos. 

Impedir que se pusieran en marcha era tarea de mi consciente. Una vez identificados quedaban abortados y dejaba fluir con naturalidad mi pensamiento de la mente del Creador. Esa noche me congratulaba que se había podido conseguir un pleno de consciencia.

Me di cuenta que la consecución de los temas con final feliz estaban basados en mi planteamiento de impedir la espontánea producción de mi ego. El incidente que no había terminado bien, estaba bien planteado por mí. No dejé a mi ego actuar de modo automático y comprendí la posición y las palabras que la persona compartió conmigo. 

Me hicieron reflexionar, pensar, comprender y entender su posición. Se lo agradecí. No había tenido el final feliz esperado. Pero, tenía la comprensión y la actitud de mi mente del Creador esperada. 

Esa noche entendí que podemos estar contentos y gozosos a pesar del resultado de nuestras acciones. Lo que realmente importaba era la actitud y el despliegue de medios que había utilizado en su ejecución. En este terreno, no podía reprocharme nada. 

Toda la sabiduría adquirida se había puesto en ejecución. Toda la actitud desplegada era oportuna. Sentía que poco a poco se iba apagando el ego por la consciencia que iba poniendo en cada acción.

“Hacer la Voluntad de Dios en su perfección es el único gozo y la única paz que pueden conocerse plenamente, al ser la única función que se puede experimentar con plenitud”.

“Cuando esto se alcanza, ninguna otra experiencia es posible”. 

“Desear otra experiencia, no obstante, obstaculiza su logro porque la Voluntad de Dios no es algo que se nos pueda imponer, ya que para experimentarla tenemos que estar completamente dispuest@s a ello”. 

Esa noche concluía que había elegido, en todas las ocasiones, la mente del Creador. Me sentía feliz de haber hecho la buena decisión y me sentía feliz por vivir esa dicha en mi corazón.

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