sábado, abril 2

LA LUZ

Toda mi vida he ido caminando con una mente dividida. En momentos he caminado con la bondad que había en mi interior. En algunos momentos me he sentido tratado como ingenuo. Algunas personas me han malinterpretado como pueril. Así que decidí que debía sacar cierta malicia y cierta distancia para que los demás no se equivocaran.

Si una cosa hemos aprendido es a poner barreras, distancias, escollos y defensas frente a los demás. He visto a muchas personas de apariencia bondadosa ponerse fuertes, exigentes, un tanto agresivas con otras personas para establecer su valía y su respeto. 

Un consejo repetido ha sido: no te haces respetar. Así que nos hemos recluido en nuestra burbuja de aislamiento porque abrirse es algo peligroso. Mostrar la bondad, delicado. Ser noble, complicado. ¿Cómo combinar el buen corazón con las argucias de las relaciones interesadas? ¿Cómo estar seguro de un@ mism@ ante la falta de respeto y deferencia de los demás?

El ego nos ha enseñado a atacar, a aislarnos, a generalizar que todos están al acecho para hacernos daño. Recuerdo una lectura sobre la situación de los perros ante las personas. Huelen el miedo en ellas. El miedo los altera porque del miedo puede surgir cualquier reacción violenta. Y ello hace que los perros se lancen sobre ellas. 

El miedo es contagioso. Y del miedo no sale ninguna solución buena que no sea, en algunos momentos, escaparse de la situación. El miedo nos hace agresivos los unos contra los otros. Nadie sin miedo necesita atacar a nadie. Muchas veces constatamos que el miedo fue la causa de la interpretación equivocada. 

El ego nos da la sensación de que nos “defiende” en algunas ocasiones. Pero, el ego nos llena de miedo. Como siempre he vivido en esta tesitura, no me imagino por experiencia, cómo sería vivir sin el ego, y por ende, sin el miedo. Los textos siguientes nos dan una orientación. 

“Cuando una mente contiene solamente luz, conoce solamente la luz”. 

“Su propia luminiscencia alumbra todo en su derredor, y se extiende hasta la penumbra de otras mentes, y las transforma en majestad”. 

“La Majestad de Dios se encuentra en ellas para que la reconozcas, la aprecies y la conozcas”. 

“La manera de aceptar tu herencia es reconociendo la Majestad de Dios en tu herman@”. 

La luz de la mente de Cristo deja de lado el ego. Ya no hay dos mentes. Solamente una se manifiesta. No conoce otro tipo de mente. Y la nueva visión se revela como la visión de metanoia ofrecida, como regalo, a tod@s y cada un@ de los habitantes del planeta.

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