miércoles, abril 20

RECONOCIENDO TU PERFECCIÓN

La perfección es un tema que ronda y ha rondado en nuestras cabezas. En ocasiones queremos conseguirla a toda costa, con esfuerzos, con sacrificios, con renuncias, con trabajo. En otras se ve como una buena idea. Las más, como una imposibilidad en nuestras vidas.

En ocasiones hay autores que nos hablan de una perfección relativa, no de una perfección absoluta. Nos dicen que un(a) nin@ es perfecto cuando es completo a los tres años y habla, siente, comprende y participa con sus habilidades de tres años. Así va alcanzando sucesivas perfecciones a medida que va madurando. 

En otras se mide la perfección por la cantidad de habilidades adquiridas. Los perfectos con muchas habilidades se ven como seres superiores frente a los demás porque saben algo más que l@s otr@s. Se sientes fuertes, potentes, creídos y establecidos en sus conquistas. 

Vamos descubriendo que el ego tiene sus caminos de comparación, de superioridad en su idea de la perfección. Lo característico del ego es el error. Ve errores por doquier. Puede ver muy bien los errores de los demás pero con dificultad puede ver los propios. Bueno, si es que los tienen, piensan ell@s. 

Realmente la perfección debe radicar en otro nivel. Su asiento debe tener otras motivaciones. Debe corresponder a algo que existe en nuestro interior. Nadie nos puede decir: “Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, si no tuviéramos la capacidad de la perfección. 

¿Dónde está dentro de nosotros la perfección? ¿Cómo encontrarla? ¿Cómo concebirla? Leamos los siguientes textos y pensemos: 

“Si tu perfección reside en Él, y sólo en Él, ¿cómo podrías conocerla sin reconocerlo a Él?”

“Reconocer a Dios es reconocerte a ti mismo”. 

“No hay separación entre Dios y Su creación”. 

“Te darás cuenta de esto cuando comprendas que no hay separación entre tu voluntad y la mía”. 

“Deja que el Amor de Dios irradie sobre ti mediante tu aceptación de mí”

“Mi realidad es tuya y Suya”. 

“Cuando unes tu mente a la mía estás proclamando que eres consciente de que la Voluntad de Dios es una”. 

Ahora sí que se nos abre una vereda, un camino por donde caminar para buscar la perfección. Esta afirmación nos lo evidencia totalmente: “Cuando unes tu mente a la mía estás proclamando que eres consciente de que la Voluntad de Dios es una”. 

La conclusión es lógica: a nuestra mente unida a la mente de Cristo, se une la Voluntad de Dios. Los tres unidos por una mente. Dios es perfecto. Nosotros somos perfectos al unirnos a la mente de Cristo. 

En nosotros está la mente de Cristo. En nosotros está el ego. No se habla de la perfección del ego porque no existe. Es una falsedad. La única perfección es la celestial. La decisión está en nuestras manos. A medida que vamos aceptando la mente de Cristo en nosotros y se va ampliando, la mente del ego va disminuyendo. Ese es el proceso de nuestra perfección. 

Y nuestra perfección se expresa en el Amor de Dios. ¡Bendita ilusión, bendito tesoro, maravillosa bendición!

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