lunes, abril 18

TU MENTE: CAMPO DE BATALLA

Ángel se hallaba sentado en una roca saliente. A sus pies estaba el océano con su inmensidad de agua. El día estaba gris. Soplaba viento. Las aguas rompían con estrépito contra las rocas. Olas de tres metros se alzaban potentes y seguras de aplastar todo con su furia y su energía. Desazón en el mar. Desazón en el alma.

Tristeza en el corazón, indecisión en la visión, colgado en la montaña, pensamientos errantes por caminos tortuosos y allí, esperando paciente, su respuesta de entendimiento, de razón y de reflexión. Algunas gotas del mar recalaban en su ropa. El viento las traía. Impasible, las recibía. Nubes grises, oscuras, amenazantes se cernían sobre la comarca. 

Ángel repasaba aquellos pensamientos que cruzaban como un relámpago su razón: 

“¿No crees que el mundo tiene tanta necesidad de paz como tú?”.

“¿No te gustaría dársela en la misma medida en que tú deseas recibirla?”. 

“Pues a menos que se la des no la recibirás”. 

“Si quieres recibirla de mí, tienes que darla”. 

“La curación es una empresa de colaboración”. 

“Yo puedo decirte lo que tienes que hacer, pero tú tienes que colaborar teniendo fe en que yo sé lo que tienes que hacer”. 

“Sólo entonces decidirá tu mente seguirme”. 

“tu mente es el medio por el cual determinas tu propia condición, ya que la mente es el mecanismo de decisión”. 

“Es el poder mediante el que te separas o te unes, y, consecuentemente, experimentas dolor o alegría”. 

“Mi decisión no puede imperar sobre la tuya porque la tuya es tan poderosa como la mía”. 

Ángel se daba cuenta de su responsabilidad. Su colaboración era necesaria. No se trataba de una petición y que una fuerza extraña hiciera todo lo que él deseaba. Se veía ante el mar con su misma agitación. No estaba tranquilo. Nunca había considerado su participación. 

Había pensado que no era importante. Había aceptado que las fuerzas superiores harían los cambios oportunos. Él era un grano insignificante en la cadena de sucesos y de la energía. Y, sin embargo, aquellos textos le daban un poder insospechado. 

“Mi decisión no puede imperar sobre la tuya porque la tuya es tan poderosa como la mía”. 

Esta frase se iba haciendo presente. Su mente se centraba en ella. Por primera vez vislumbraba el poder de decisión que poseía. “La curación es una empresa de colaboración”. Su mente iba tomando posiciones. No era un mero espectador. No era un miserable humano. Era alguien importante para que la naturaleza lo respetara y lo tomara en serio.

La lucha de las aguas, la lucha de sus ideas, la lucha de sus experiencias chocaban contra aquellos textos que le daban su lugar y el respeto por su decisión. No se lo creía. Se sorprendía de tener esa posibilidad en su mente. Quería colaborar, compartir, decidir. Nunca se lo había planteado así. Por ello, su confusión luchaba. 

Se sentía contento con esa posibilidad. Tenía miedo de ejercerla por primera vez. “Yo puedo decirte lo que tienes que hacer, pero tú tienes que colaborar teniendo fe en que yo sé lo que tienes que hacer”. “Sólo entonces decidirá tu mente seguirme”.

Ángel repetía y repetía. Buscaba la paz, la tranquilidad, la serenidad, la claridad. Se daba cuenta que era un nuevo escenario. Debía aceptar la presencia del eterno en su diario vivir y desarrollar la confianza de que, hasta en los mínimos detalles, estaba con Él. 

Cambiar la mente implicaba cambiar su forma de pensar. Un momento solemne en su corazón. Ángel quería aceptar de buen grado la proposición. Vio que algo se oponía a esa nueva luz que aparecía ante sus ojos. Su experiencia pasada le decía que no había sido así. La lucha estaba servida entre el ayer y el presente. La lucha de las aguas reflejada en su interior. Momentos donde todo se pone gris, triste, amenazante porque desaparece todo lo conocido hasta entonces. 

La nueva forma de pensar se abría poco a poco en sus ideas. Se levantó. Respiró con hondura. Abrió la boca en toda su amplitud. Gritó con todas sus fuerzas: “Si tiene que ser así, sea así. Me siento parte de la tierra y de mi historia. Por fin alcanzo mi libertad. Sí, sí, sí, quiero contigo colaborar”. 

Ángel se fue del mar. Se adentró otra vez en la tierra. Caminó por senderos seguros. La paz retornó a su rostro. Se sintió, por primera vez, decidiendo junto con su Creador.

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