jueves, abril 7

LA PERSPICACIA DE LA PAZ

Escuchar a aquel conferenciante era un placer. Sin darte cuenta, te transmitía una serenidad que dejaba abierto el camino a la comprensión de sus palabras y a la reflexión de las mismas.

Su dicción clara y precisa, su ritmo pausado, dejando penetrar las palabras en las mentes del auditorio, sus gestos tranquilos y su interior pausado eran captados por todos los asistentes. Su voz melodiosa acompañaba muy bien los gestos. Nos quedábamos todos un tanto dispuestos a la consideración de sus palabras. 

Cada ocasión que tenía la ocasión de escucharlo, sentía, en mi interior, una tranquilidad que me daba una quietud estupenda. Una predisposición a abrir mi reflexión y a dejar que los sonidos me invadieran y mi mente descifrara sin tensión sus precisos significados. 

“La paz es el requisito previo para alcanzar el conocimiento, simplemente porque los que están en conflicto no están en paz, y la paz es la condición necesaria para el conocimiento”. 

Así, recibíamos, desde la paz, los contenidos de sus charlas y llegaban como gotas de rocío a nuestras mentes para disfrutar con ellas, ver su belleza y la experiencia de la verdad que humedece la tierra seca y la deja adecuada para la absorción del agua nueva que llegaba. 

Esta visión se contraponía con los momentos donde la inquietud nacía en mi interior y las luchas se desataban en las ideas y no se llegaba a la comprensión de nada por el barro de la indignación que cubría todo de suciedad interna y la claridad brillaba por su ausencia. 

“Cada vez que respondes a la llamada del ego estás haciendo un llamamiento a la guerra, y la guerra, ciertamente, te priva de la paz”. 

Muchas veces he encontrado argumentos, ideas, respuestas oportunas después de haber terminado una conversación tensa con alguna persona. Me daba cuenta que la falta de paz había oscurecido mi mente. Me había embotado y no me había permitido mi fluir natural. 

Por ello, llegué a valorar la paz como el camino natural y sencillo para alcanzar la comprensión con tod@s. Lejos quedaron las expresiones, en ocasiones expresadas: “cuando l@ vea, le voy a decir cuatro frescas bien dichas”. El poder de la paz llega a lugares recónditos donde no llega otra herramienta. 

Y entre las soluciones encontraba que aquella persona considerada como mi adversario, no era más que una confusión dentro de mi mente y que, gracias a su ayuda, lograba encontrar la solución adecuada que me hacía superar todo inconveniente. 

“Los que percibes como adversarios forman parte de tu paz, a la cual renuncias cuando los atacas”. 

Así que aprendí a no atacar. Aprendí a comprenderlos. Aprendí a comprenderme. Aprendí a encontrar la solución desde la paz. Y, en la tranquilidad de la quietud, iba cambiando las confusiones que tenía en mi mente. 

La paz me ha dado una perspicacia jamás imaginada, jamás pensada. Mi mente se ha desarrollado en un sendero seguro capaz de subir puntos altos, difíciles, escarpados y arriesgados; puntos, en apariencia inaccesibles. La paz es el medio seguro para alcanzar los misterios de la vida. 

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