El profesor aquella mañana estaba explicando a l@s alumn@s la fuerza de la opinión de los demás en la vida de cada persona. Utilizaba sus ejemplos, trataba de responder a las preguntas, pero algunos dudaban de que eso fuera cierto.
Ante esa tesitura, el profesor les propuso un ejercicio práctico. Uno de los alumnos siempre llegaba tarde a clase. Todavía no había llegado. Escogió a tres compañeros y los distribuyó en tres lugares. El primero a la salida del edificio de la residencia. El segundo a mitad de camino hacia las aulas. El tercero a la entrada del edificio de aulas.
El mensaje que tenía que transmitirle a su compañero era que no lo veían bien. El primero se topó con el alumno a su salida del edificio de la residencia y le preguntó:
- ¿Te encuentras bien?
- Perfectamente. He dormido muy bien.
- Yo no diría eso. Tienes un color un poco amarillo.
- No pasa nada, gracias.
Siguió andando su camino en dirección a las aulas. Se encontró con el segundo compañero que lo paró y le dijo:
- A ti te ha pasado algo. Tienes los ojos un poco vidriosos.
- No. Rotundamente no. No sé por qué me estáis diciendo esto.
- Bueno. Me has llamado la atención. Solamente me preocupaba.
- Me siento extraño. No me ha pasado nada. Estoy bien.
Ante esta segunda afirmación, el alumno empezó a dudar de sí mismo. Algo inconcreto empezó a molestarle en su estómago. No quería pensar. Seguía subiendo y quería llegar al aula y no tardar demasiado.
El tercer alumno entró en acción. Lo vio venir y se adelantó a su encuentro:
- No creo que estés bien para asistir a clases hoy. Te acompaño y le informo al profesor de tu inconveniente.
- ¿También tú me ves mal?
- Hombre, con la cara que traes parece que tu cuerpo pide descanso y recuperación.
- ¿Tan mal me ves?
- Tranquilo. Te acompaño yo.
El alumno volvió a su dormitorio. Se metió en la cama. Pasó la mañana acostado.
Aquella experiencia fue discutida en la clase. Se hicieron reflexiones. Se llegaron a conclusiones y descubrieron esa faceta de la influencia de los seres humanos entre sí: eran espejos frente a espejos.
Sería estupendo utilizar esta capacidad de las personas para desarrollar lo mejor que tenemos en nuestro interior. Si a cada persona que se viera en nuestro espejo le transmitiéramos nuestro respeto, nuestro apoyo y nuestra admiración por esa parte noble que lleva, inspiraríamos a sacar lo más noble de su interior.
Aquella mañana, decía el profesor, fuimos capaces de sacar a nuestro compañero de clase la duda sobre su propia salud, sobre su propio bienestar. En cada encuentro, con esto en mente, podríamos sacar a la luz el verdadero tesoro que cada persona lleva en su interior. Todo está en nuestra mirada. Todo está en nuestra intención.
Todos recordamos, en algún momento, la influencia positiva ejercida por alguna persona que creyó en nosotros, nos apoyó, alentó nuestras capacidades y vislumbró nuestro tesoro interior. Nos miramos en su espejo y nos vimos esperanzados, cargados de energía, de fuerza y de ilusión.
Hermosa poder que tenemos tod@s para sembrar, en cada un@, con nuestra mirada y nuestra seguridad de que todos tenemos tesoros por descubrir, la semilla de la grandeza, la semilla potente del desarrollo interior.
Hermosa mirada que el profesor sembró en aquellos alumn@s, aquella mañana, en el fondo de la mente y del corazón.
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