domingo, mayo 15

DICHA, ORACIÓN, UNIVERSALIDAD

“No puedes orar sólo para ti, de la misma manera que no puedes encontrar dicha sólo en ti”.

“La oración es la reafirmación de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios”.

“En tu hermano reside tu salvación”. 

“El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta”. 

“No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo”. 

“Y su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres”. 

“No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extiendas”. 

“No tendrás confianza en la dirección que te ofrece el Espíritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros”. 

“Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti”. 

“¿Habría creado Dios acaso una Voz que fuese sólo para ti?”

“¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios?”. 

“Oye de tu hermano lo que quisieras que yo oyese de ti, pues tu no querrías que yo fuese engañado”. 

Sergio iba comprendiendo la función de la oración. El ego nos hace sentir únicos, desligados de los demás, distinto a los demás, algo personal y diferente. 

La mente de Cristo iba en otra dirección. Reconocía en todas las personas a un Hij@ de Dios. El sentido de grupo, de equipo, de compartir se abría a la dicha de la vida. 

Sergio iba reconociendo que los mejores momentos de su vida se producían cuando conectaba con alguien, cuando intercambiaba sus ideas y sus pareceres con profundo respeto y con profunda admiración. Para Sergio, eran momentos presentes supremos. 

Sergio se iba abriendo a orar a Dios abriendo su alma para una mejor comprensión de él, de su pareja, de su familia, de sus amig@s, de sus compañer@s de trabajo. 

No se centraba en sus propios problemas. Se abandonaba a sí mismo y trataba de encontrar ideas sobre las personas que le rodeaban. Se daba cuenta que su dirección de interés centrada en los demás le producía alegría. Él no era el foco de atención. Su foco de interés se desplazaba. 

Así podía captar y comprender mejor las situaciones. Esta actitud le ayudaba mucho porque podía comprender. Podía entender la situación global. Podía discernir lo que debía aportar como miembro del grupo. La dicha era para todo el grupo. Sergio bebía de esta dicha global. 

Sentía que su función personal cambiaba. Ahora entendía un poco mejor: “En tu herman@ reside tu salvación”. Esa aceptación le abría nuevos caminos, nuevas inquietudes y nuevas visiones. 

En algunos momentos había imaginado su relación y su comunicación con Dios. Se había alegrado. El gozo le había llenado su corazón. En un instante, se dio cuenta de que todo lo que había imaginado debía ofrecerlo a las personas cercanas. 

Toda su idealidad se concretaba en las personas. Así podía descubrir en su experiencia la reacción de las demás personas. Conocía sus efectos. Los disfrutaba y podía descubrir la maravilla que vivía con los demás. 

“No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extiendas”. Lo mejor de Dios, lo mejor de Jesús se quedaba en una idea. Pero cuando lo compartía y aplicaba esa confianza en los demás, entonces vivía esa confianza de Jesús en él. 

Toda una serie de vivencias nuevas que salían de su interior. Toda una serie de actitudes distintas. Las experiencias le rodeaban y su vida con los demás le daba su visión sobre la suya. 

Entendía y comprendía la primera frase: “No puedes orar sólo para ti, de la misma manera que no puedes encontrar dicha sólo para ti”.

Sergio dio un paso adelante. Entendía mejor su estructura interna. Comprendía su relación con l@s otr@s. La admiración, el respeto, iban creciendo en su corazón. Concluía que saber valorar el tesoro de cada persona es el misterio de toda obra del corazón.

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