martes, mayo 10

MENTE, ESPIRITUALIDAD, SALUD

“La Biblia te exhorta a que seas perfecto, a que sanes todo error, a que no te preocupes por el cuerpo por el hecho de que sea algo separado, y a que hagas todo en mi nombre”.

“Mas no se trata solamente de mi nombre, pues nuestra identidad es una identidad compartida”. 

“El Hijo de Dios sólo tiene un Nombre, y se te exhorta a que lleves a cabo obras amorosas porque compartimos esa unicidad”. 

“Nuestras mentes son íntegras porque son una”. 

“Si estás enfermo, te estás aislando de mí”. 

“Mas no te aíslas solamente de mí, sino que te aíslas de ti y de mí”. 

Pablo leía y releía estas frases. Hacer en nombre de Jesús había sido una tónica a lo largo de la historia. Muchas personas habían sufrido injusticia, maltrato, desprecio y hasta la muerte en nombre de Dios. 

Pablo recordaba las palabras de Jesús: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Jesús nunca reclamó, ni aún en su muerte, ninguna culpabilidad a nadie por los reveses que le habían ocurrido en sus días. 

¿Cómo era posible atacar y culpabilizar a personas en nombre de Jesús? Pablo entendía que la vida de Jesús era una vida espiritual. Cuando se habla de nombre, se habla de carácter, de principios, de actitudes. No se habla de Dios, ni de Jesús como nombres identificativos. 

Por ello, se habla de identificación en actitudes y principios cuando se indica. “nuestra identidad es una identidad compartida”. “El Hijo de Dios sólo tiene un Nombre, y se te exhorta a que lleves a cabo obras amorosas porque compartimos esa unicidad”. 

Pablo estaba contento. Veía que en su interior tenía esa unicidad con Jesús. Veía que se sentía impulsado a llevar a cabo acciones amorosas, pensamientos amorosos, actitudes amorosas. 

Su corazón vibraba. Su corazón se sentía pleno, feliz, contento y desbordaba de alegría. Su latido era fuerte con estas acciones de bondad, comprensión y ayuda. Su latido era firme en estos pasos en los senderos de la paz, de la bondad y de la justicia. 

Su latido engendraba salud, vida. Reconocer la identidad compartida con Jesús le daba orientación a su vida y claridad de pensamiento. No dudaba. Veía sin confusión el camino. 

Y así, con Jesús, su mente y la de Jesús eran íntegras porque eran una. Este pensamiento le abría un nuevo horizonte. Un nuevo sol se disponía a emerger. Nuevos pensamientos se agolpaban en su mente. Una nueva actitud se afianzaba porque empezaba a tener claro su origen y su esencia. 

Toda la gente hoy ve con claridad la confusión de los que aprobaban la muerte de Jesús. Pablo decidió aplicar en su vida la misma opción. La confusión puede hacer daño. La claridad crea respeto, admiración y unicidad. 

La claridad observa la unión de todos los Hijos de Dios. Todo viviente pertenece a este conjunto. La identificación compartida con Jesús recalaba en el pensamiento de Pablo y comprendía a todos los que le rodeaban. 

La vida y pensamiento de Jesús renacía en la vida y pensamiento de Pablo. Los dos, como una unidad, harían el camino juntos. Pablo empezaba a sanar sus errores. No deseaba más aislarse de Jesús por la enfermedad. Juntos Pablo y Jesús harían los planes, dirían las palabras y entenderían las situaciones totalmente unidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario