viernes, mayo 27

DENTRO, AMOR, CAMBIO, COMPRENSIÓN

Sergio estaba leyendo el texto y no se lo creía. Un flash nuevo le deslumbraba el pensamiento. Toda su vida, como profesor de lengua, había enseñado que el castellano dividía el espacio en tres lugares: esto, eso, aquello.

Recordaba la dificultad de los estudiantes americanos que estudiaban castellano. Ellos solamente tienen dos espacios: here and there [aquí y allí]. Tenían que poner entre esos dos lugares uno intermedio: aquí – ahí – allí. 

Sergio deducía que a medida que iban evolucionando las lenguas se iba reduciendo el espacio. Tres distinciones en castellano, dos en inglés. Lo práctico se imponía y la riqueza expresiva se contraía. 

Pero, esa noche estaba leyendo que solamente había un espacio: yo pienso. Eso le incomodaba. ¿Cómo era eso posible?

“Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti”. 

Esto era todo un desafío. Siempre se había considerado a sí mismo y a los demás. Su propia realidad y la realidad que le rodeaba. Muchas veces había considerado que el entorno que le rodeaba era desagradable o agradable. 

Eran sus coordenadas. Eran sus referencias. Ahora debía pensar que esas coordenadas no existían. Solamente existía una coordenada: era su pensamiento. Y ese pensamiento nadie podía afectarlo excepto él mismo. 

Se levantó de la silla. Salió de la habitación. Empezó a caminar. Dio un paseo alrededor de su casa. Su mente no había escuchado nunca esta unicidad. Este único protagonista de su vida. 

Empezaba a admitir que todo lo que veía era un reflejo de su pensamiento. El mundo que le rodeaba estaba organizado por sus ideas. “Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti”. 

La interpretación del mundo exterior que le llegaba era el reflejo de la estructura de su mente que funcionaba. Las dificultades que veía en el exterior eran las dificultades que veía en su interior. 

Recordaba que hacía unos días había decidido cambiar su pensamiento acerca de uno de sus compañeros de trabajo. Lo había entendido un poco más. Ahora, al cambiar su pensamiento, no lo veía como antagonista a sus propuestas. Ahora lo veía de otra manera mucho más positiva. 

Su compañero no había cambiado en nada. Seguía siendo el mismo. Pero, él había cambiado su pensamiento. Por ello, su mirada era distinta. Sergio vislumbraba en su experiencia que realmente el espacio quedaba reducido a la coordenada única de su mente. 

Todo lo que le rodeaba era el reflejo, la proyección de su mente. Sergio se quedó impactado. Se dio cuenta de que sus miradas provenían de su pensamiento. Si cambiaba su forma de pensar y de opinar, el mundo que le rodeaba cambiaba. 

Una luz empezó a arder en su corazón. Lo animaba. Lo elevaba. Una fuente inagotable de reflexión. Ahora comprendía las palabras de uno de sus autores preferidos. “No te preocupes en cambiar el mundo. Si cambias tú, el mundo cambiará”. 

Sergio veía que esta única coordenada de espacio era el camino para lograr el cambio personal. Así, con otra mirada, con pensamientos distintos, el mundo cambiaría. Lo vería de forma distinta.

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