En contacto con mi hija de dos años, asisto muchas veces a momentos cruciales de su crecimiento. Por su gesto y por otros signos que me envía su cuerpo, noto a veces que es la primera vez en su vida que ve un objeto determinado. La primera vez que entra en contacto con alguna experiencia.
Recuerdo la primera vez que vio una bañera con agua caliente, o que conoció la luz eléctrica. Recuerdo una ocasión en el que le dimos unos pequeños recipientes de colores y de distintos tamaños.
Recuerdo cómo se dedicó, absorta, a llenarlos y vaciarlos de agua una y otra vez, interminablemente, concentrada por completo. También recuerdo la primera vez que vio un payaso.
Cuando la conocí en China llevaba una vida muy sencilla: vivía en el campo, andaba desnuda la mayor parte del tiempo. Su alimentación era poco elaborada, repetitiva, escasa. Estaba en estrecho contacto con el sol, el agua, la luna, la tierra, los árboles.
Los primeros días de nuestro encuentro transcurrían en un hotel de su pequeña ciudad. En aquellos días tenía miedos de los muñecos de todo tipo y tamaño. Del secador eléctrico del pelo. De la voz que salía del teléfono. De la televisión y de sus cambios de voz.
Cuando tiene miedo, está muy atenta a lo que teme. Abre bien los ojos y mira con todo el cuerpo. Orienta su postura como si fuera una prolongación de sus ojos.
Así se acerca a las cosas que teme, cada día un poco más. Ella va tirando del hilo de su temor para calcular la distancia de su acercamiento. Con la misma intensidad que lo teme, lo explora, lo conoce, me mira y se tranquiliza.
Su temor la conduce a la felicidad cuando deja de pensar y actúa. Hace lo necesario para estar plena. Está en equilibrio con el mundo exterior y su interior. Y todo eso me hace pensar que las malas experiencias orientan el aprendizaje:
- Sufrir una separación amorosa puede ayudar a que la persona exprese sus sentimientos más íntimos.
- El temor de atreverse con nuevos trabajos o proyectos te hace atender a tus propias capacidades escondidas.
- Una depresión puede señalar el punto final de una etapa de emociones forzadas y falsas, de sistemas de puesta en escena antinaturales para ti.
- La ansiedad que sientes puede indicarte el camino a la satisfacción.
El vacío orienta la búsqueda.
El exterior y tu interior están relacionados. No se puede mantener el equilibrio corporal sobre una pierna cerrando los ojos.
El problema te conduce al equilibrio que necesitas.
Ahora mismo puedes dejar que tu inconsciente haga los cambios necesarios para convertir los problemas en exploraciones de futuras soluciones, de próximos caminos.
Y deja que tu mente te traiga esos senderos y evoquen en ti una sensación muy agradable.
Y cuando todo esté en orden y a tu gusto, vuelve a orientar tu atención al espacio en el que estamos en este momento.
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