miércoles, mayo 18

ERROR, AMOR, CONDENACIÓN

Julio se cruzó con el director de su institución. Sentía por él una admiración profunda. Un hombre muy humano. Había algo en él que vibraba con los anhelos más íntimos suyos. Siempre lo escuchaba. Cuando se saludaban la sonrisa y la alegría se hacían presentes.

En esa ocasión, el director le dijo que deseaba hablar con él. Julio se sintió agradecido. Estaba abierto a las palabras de su director. Más que el cargo institucional, lo consideraba como un amigo cercano, como un profesor admirable y como un maestro ejemplar. 

Julio tenía en él uno de sus referentes en la enseñanza. Le había orientado en la decisión de su especialidad universitaria y había sido un gran acierto. Había podido disfrutar de algunas conversaciones privadas. Siempre se le abría el alma cuando se acercaba y hablaban.

Estaba expectante. No sabía el tema de su conversación. Ignoraba lo que deseaba comunicarle. Pero, Julio se sentía feliz, contento de gozar de su compañía y de sus momentos de atención. 

Empezaron a caminar despacio. Subían la pendiente del camino. El director puso su mano en su hombro. Se acercó con tono muy amistoso, muy comprensivo, muy humano. 

El director empezó a hablarle de una iniciativa que le había llegado a sus oídos. Sabía que esa iniciativa la había iniciado Julio. Era una iniciativa para clarificar unos asuntos con una persona de la institución.

Julio asintió las palabras del director. Escuchaba las reflexiones sobre el daño colateral que podía hacerse a la persona en cuestión. Le sugirió que hablara directamente con la persona y que no compartiera con nadie más su conversación. 

El director no quería que nadie sufriera emocionalmente ni fuera lastimado. Julio estaba totalmente de acuerdo con esa reflexión. Sentía el cariño. Sentía el afecto. Sentía la cercanía. Su corazón quedó tocado y receptivo. 

El mismo Julio tomó la decisión oportuna. La iniciativa quedaría desconvocada y lo resolvería en una conversación personal. Él sabía que tenía razón. Pero, ante las palabras del director, Julio descubrió que con la “razón” se pueden cometer muchas equivocaciones en la forma y en la réplica. 

La conversación amena con el director. Su tono amigable le hizo ensanchar su visión y le agradeció sobremanera la reflexión que le compartió. Una forma de deshacer “condenas” de forma comprensiva, amigable, cercana y entrañable. 

“El Espíritu Santo lo perdona todo porque Dios lo creó todo”. 

“No trates de asumir Su función o te olvidarás de la tuya”. 

“Acepta únicamente la función de sanar mientras estés en el tiempo porque para eso es el tiempo”. 

“Él te enseñará cómo verte a ti mismo sin condenación, según aprendas a contemplar las cosas de esa manera”. 

“La condenación dejará de ser real para ti, y todos tus errores te serán perdonados”. 

Julio y el director se despidieron. Cada uno siguió su camino. Julio iba contento. Había hecho una buena decisión. Entendió el cariño que le había prodigado el director. Esa charla nunca la olvidaría. Era una buena demostración de que el director no vio en Julio condenación. 

Unas reflexiones sensibles pavimentaron el camino de la comprensión. Unas palabras apacibles tranquilizaron el corazón. Se tomaron las buenas decisiones que ampliaron la mente y ensancharon las vías hermosas de la relación.

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