sábado, agosto 20

COMPRENSIÓN, CONCILIACIÓN, SOLUCIÓN

Julián había quedado con el director de su institución. El año anterior había acabado sus estudios universitarios. Se sentía feliz. A pesar del esfuerzo que representó, Julián recordaba con cariño todos los esfuerzos realizados para conseguir el grado universitario oportuno para impartir clases.

Tenía toda la fuerza e ilusión del mundo. Se comía todo lo que caía en sus dominios. Todo lo abarcaba. Con todo se comprometía. Nada le detenía en su forma de ver la vida. Apoyaba a sus compañeros a todos los niveles. Se sentía partícipe de un excelente grupo de docentes. 

Estaba realizando la ilusión de su vida. Todas sus energías se estaban desarrollando. Una paz, una ilusión nueva iba apareciendo. Se sentía nuevo y, casi sin darse cuenta, lo transmitía. Era una persona clara, amigable, comprensiva y daba su apoyo a toda causa noble y justa. 

El director le puso el brazo por el hombro. Notó en él cierta cercanía. Un tono de confidencia se notaba en el ambiente. Julián recibía con aprecio todo lo que venía de su director. Le tenía en gran estima. Lo respetaba muchísimo. Hubiera querido ser psicólogo como él, pero el mismo director, le sugirió que estudiara filología. 

La ligazón entre ambos era de admiración mutua. Julián se sentía bien en los momentos donde podía departir con él. El director se dirigió a él con el diminutivo de su nombre que no utilizaba jamás en público. El cariño se hacía evidente. Julián se sentía especialmente bien. 

Estaba preparado para las palabras siguientes. El director sabía que Julián había apoyado un grupo de protesta en contra del administrador de la institución. Ante las primeras palabras, Julián adivinó que se trataba de ese asunto. 

El director le citó que tenía mucho en cuenta la influencia que su opinión y sus apoyos tenían. Pero, en esa ocasión, no quería que se dirigiera contra una persona. Se la podía herir innecesariamente. Le propuso indagar otros medios y otros caminos para evitar el enfrentamiento personal con el administrador. 

Julián se dio cuenta de que esa no era su intención. Estaba en contra de una directiva del administrador, pero no contra su persona. Julián tomó la palabra y le aclaró el asunto al director. Le propuso otra alternativa. El director, contento con la respuesta de Julián, le felicitó. Le subrayó su sabiduría. 

Subieron juntos un trecho del camino. El brazo del director encima de los hombros de Julián. Concluida la conversación. Llegados a un buen entendimiento. Se despidieron con la sensación de que dos almas generosas se habían encontrado. 

Julián daba saltos de alegría en su corazón interno. Una manera magnífica de abordar un tema delicado sin herir la enorme amistad que los unía. Una forma de sacar a flote aspectos secundarios que hubieran sido mal interpretados. Por fin, todo arreglado. 

“¡Qué hermoso tener una persona a tu lado!”, pensaba Julián. Así que comprendía mucho mejor estas líneas que leía: “Aprenderás lo que es la salvación porque aprenderás a salvar”.

“Es imposible que te puedas excluir de lo que el Espíritu Santo quiere enseñarte”. 

“La salvación es tan segura como el Padre”. 

“La certeza del Padre es suficiente”. 

“Date cuenta de que incluso la más tenebrosa pesadilla que perturba la mente del Hij@ durmiente del Padre no tiene poder sobre él”. 

“Él aprenderá la lección del despertar”. 

“El Padre vela por él y la luz le rodea”. 

Julián sentía al Padre como había sentido al director. Esa mano sobre sus hombros. Esas palabras sabias, cercanas y cariñosas. Ese deseo de compartir la nobleza, la verdad sin buscar herir a nadie. Esa ausencia de crítica ni de enojo. Esa propuesta de solucionar el asunto de otro modo. Todos los personajes de la cuestión unidos. 

Julián se sentía totalmente agradecido al director. Y, ahora, Julián se sentía totalmente agradecido al Padre. Le enseñaba la salvación salvando. El director le había dado una lección similar. Le enseño la lección de salvar al administrador y en ese proceso, le enseñó su propia salvación. 

Julián reunía todas sus energías. Todos sus pensamientos radiaban de alegría. Se había conseguido la unión y la ausencia de enfrentamiento porque un director había cambiado la visión del asunto. Así, El Padre, concluía Julián, trataba con sus Hij@s sin hacerles sentir incómodos y solucionando el problema de otro modo.

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