domingo, agosto 14

CONFIANZA, APOYO, VALORACIÓN

Casi sin darse cuenta, Raúl iba catalogando todas las personas que se cruzaban en su vida en una tabla con una puntuación personal. Las iba catalogando según su dominio social, su poder económico, la experiencia que había tenido con ellas, las ayudadoras, las indiferentes y aquellas duras y distantes que no deseaban que te hubieras cruzado en sus vidas.

Una tabulación de puntos que guiaban su conducta, sus sentimientos, sus deseos, sus pensamientos. Todo un laboratorio de datos combinados según sus fórmulas propias que le llevaban, en ocasiones, a altos agradecimientos y en otras, a altas frustraciones. 

Todo un mundo inconsciente construido en su interior sin darse cuenta. Los años habían ido dejando su paso. Las enseñanzas de sus padres habían solidificado. Los contactos en la escuela y en el trabajo habían completado la tarea. 

Así iba Raúl caminando. Aplicaba su tabla interior a toda novedad que surgía en sus pasos, en su mirada, en sus relaciones y en sus nuevas aventuras por las que se arriesgaba. 

Así iba discurriendo mientras leía las siguientes líneas: “Al igual que tú, yo deposito mi fe y mi creencia en lo que tengo en gran estima”. 

“La diferencia es que yo amo solamente lo que Dios ama conmigo, y por esa razón el valor que te otorgo trasciende el valor que te has otorgado a ti mismo, y es incluso igual que el valor que el Padre Mismo te otorgó”. 

“Amo todo lo que Él creó y le ofrezco toda mi fe y todo el poder de mi creencia”. 

“Mi fe en ti es tan inquebrantable como el amor que le profeso a mi Padre”. 

“Mi confianza en ti es ilimitada y está desprovista del temor de que tú no me oigas”. 

“Doy gracias al Padre por tu hermosura, y por los muchos dones que me permitirás ofrecerle al Reino en honor de su plenitud que es de tu Padre”. 

Raúl veía cualidades aquí que no había tenido en cuenta en su laboratorio personal de puntuación de las personas. Se quedaba trastornado por expresiones como: “Mi fe en ti es inquebrantable. Mi confianza en ti es ilimitada”. 

Veía, observaba, sentía, dentro de sí, el bien que le hacían estas expresiones en su vida. Alguien que tuviera en él una fe inquebrantable y una confianza ilimitada. Eso le sacaba lo mejor de su interior. Le quitaban sus temores. Le daban una nueva energía. 

No podía dejar de considerar esta frase que de forma silenciosa se repetía: “La diferencia es que yo amo solamente lo que Dios ama conmigo, y por esa razón el valor que te otorgo trasciende el valor que te has otorgado a ti mismo, y es incluso igual que el valor que el Padre Mismo te otorgó”. 

Nadie le había hablado del valor que le otorgaba. Siempre las personas hablaban de los defectos, de los errores. Pocos valoraban en su justa medida nuestros aciertos. Siempre son noticia nuestros defectos. Los ojos inconscientes siempre ven los errores. Les otorgan valor. Los ojos conscientes eran totalmente diferentes. 

Raúl se daba cuenta que debía elaborar de nuevo su laboratorio de puntuación para las personas. Ahora tenía más información. Ahora tenía más datos. Ahora se sentía un tanto más cercano al valor auténtico suyo y al valor auténtico de todas las personas. Tenían el mismo valor que un/a hij@ para su madre. El mismo valor que un Hij@ para su Creador.

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