jueves, agosto 18

LEYES, CLARIDAD, PRÁCTICA, RESULTADO

Jorge disfrutaba realizando sus ejercicios de matemáticas, de álgebra, de integrales y derivadas. Cada domingo por la mañana, se sentaba en su mesa camilla, cerca de la ventana. La claridad incidía sobre la mesa y así se concentraba en la realización de los ejercicios pedidos.

Todo a su alrededor bien dispuesto. Su material en la mano. Sus libros, el problema y la aplicación de todas las reglas para resolverlo. Seguía el proceso. Le gustaba ser minucioso, reflexivo, exacto. Realizaba paso a paso. Sabía que si el resultado final no era el esperado, debía volver a plantearse toda la ejecución entera. 

Todo ello le redoblaba su concentración y sus pensamientos. Aplicaba los números, planteaba las incógnitas, repasaba las operaciones. Cuidaba los signos para no confundirse. Repasaba los números y los resultados dos veces. Así iba poniendo seguridad en el avance del problema. 

Al final conseguía la solución. Contento, buscaba la solución del libro de ejercicios. Veía con gozo que su resultado coincidía con el resultado propuesto. Se decía para sí mismo: “problema superado”. 

A Jorge le gustaría tener una claridad de procedimiento en otras áreas del conocimiento como la tenía en las matemáticas. Las leyes, las delimitaciones, los procedimientos. Todo ello le daría paz. Así que se ilusionó con las propuestas de aquel párrafo y su introducción:

“Ten confianza únicamente en lo que sigue a continuación, y ello será suficiente: la Voluntad del Padre es que estés en el Cielo, y no hay nada que te pueda privar del Cielo o que pueda privar al Cielo de tu presencia”. 

“Ni tus percepciones falsas más absurdas, ni tus imaginaciones más extrañas ni tus pesadillas más aterradoras significan nada”. 

“No prevalecerán contra la paz que la Voluntad del Padre ha dispuesto para ti”. 

“El Espíritu Santo restaurará tu sanidad de mente y tu sensatez porque la demencia no es la Voluntad del Padre”.

“Si eso es suficiente para el Espíritu Santo, también es suficiente para ti”. 

“No conservarás lo que el Padre desea que se elimine porque eso interrumpe Su comunicación contigo, que es con quien Él quiere comunicarse”. 

Su Voz se oirá”. 

Jorge estaba perplejo. Nunca había leído tanta claridad de pensamiento. Un camino seguro se dibujaba. Todo estaba claro. Las dudas se habían disipado. La contundencia le daba una paz nueva: “ello será suficiente”. 

Con esta introducción, la mente de Jorge se abría, comía, leía, digería, se alegraba y se entusiasmaba: “la Voluntad del Padre es que estés en el Cielo, y no hay nada que te pueda privar del Cielo o que pueda privar al Cielo de tu presencia”. 

Con esta claridad absoluta, ahora ya podía realizar todos los ejercicios. Aprendería todos los procedimientos. Indagaría todos los caminos. No dudaría en sus atrevimientos. Sabía que al final, siguiendo las maravillosas leyes de las operaciones, en este caso del amor, llegaría a la solución verdadera. 

No tenía palabra para calificar esta afirmación tan clara. Además, la función del Padre era vital: “No conservarás lo que el Padre desea que se elimine porque eso interrumpe Su comunicación contigo, que es con quien Él quiere comunicarse”. 

Por primera vez, Jorge se sentía seguro, orientado, sereno, lleno de energía para sentarse en la mesa camilla de su vida y resolver todos los problemas porque, ahora sí, tenía un referente supremo y una seguridad totalmente clara y definida. 

En su corazón resonaba: “Su Voz se oirá”.

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