domingo, agosto 28

DECISIÓN, COMUNICACIÓN, LUZ, ILUSIÓN

Juan Carlos iba caminado. Se dirigía a la casa de su chica, de su amiga, de la ilusión de sus pensamientos y de los momentos disfrutados juntos. Las últimas semanas habían sido deliciosas, felices, agradables, maravillosas. Su corazón había latido en muchos momentos.

Esa noche tenía que estar tocando con su charanga en un compromiso. No pudo atender esta responsabilidad. Su corazón necesitaba hacer otro cometido. Su cabeza estaba envuelta en una atmósfera distinta, diferente, alada y llena de castillos de colores. 

Sabía que era una decisión con dos salidas muy distintas: una era la felicidad, la otra la frustración total. Se la tenía que jugar. Juan Carlos había decidido proponerle a su amiga iniciar un camino juntos, quería que fuera su novia, deseaba que sus caminos rodearan otros jardines. Necesitaba mucho más que la amistad. Quería un compromiso. 

Por su parte estaba dispuesto. Su corazón le decía que su chica estaba receptiva, abierta, ilusionada y comprensiva. Se deleitaba en sus pensamientos en las idealidades que sentía cuando caminaba con ella, cuando jugaban, cuando asistían a reuniones, excursiones y, en ocasiones, se quedaban solos charlando y dialogando. 

Sus temas de conversación le embriagaban. Se podía hablar con ella de tantos buenos pensamientos. Su mirada siempre alegre, su ternura compartida, su brillo refulgía. Juan Carlos se repetía: “Dios mío, es mi chica”. Nunca antes había logrado sentir esos alfileres en su estómago, esos burbujeos en sus manos. 

Nunca se le había pasado por la cabeza dejar de ser responsable en ninguna de sus actividades. Pero, esa noche, no podía dejar de intentarlo. Sus múltiples tareas de trabajo, de estudio, de músico, no le dejaban opción si quería, al menos, compartir con su chica las idealidades de su alma. 

Su caminar se veía acompasado con su alegría y con la posibilidad de que ella, en su libertad, no aceptara su propuesta. Relajación, tensión, expectación, ansiedad, ilusión, esperanza, confianza, frustración, todo se unía en un cóctel de incertidumbre dirigido por su firme decisión de compartir con ella los dictados de su corazón. 

Recordaba los pensamientos que había leído esa mañana: “El alumno feliz satisface las condiciones de aprendizaje en este mundo, de la misma forma en que satisface las condiciones del conocimiento en el Reino”. 

“Todo ello se basa en el plan del Espíritu Santo para liberarte del pasado y revelarte el camino hacia la libertad”. 

“Pues la verdad es verdad”. 

“En esta simple lección se encuentra la llave de la lóbrega puerta que crees está cerrada para siempre”. 

“La llave no es más que la luz que con su resplandor desvanece las siluetas, formas y temores de lo que no es nada”. 

“Acepta de las manos de Cristo esta llave que abre la puerta de la libertad para que puedas unirte a Él en la santa misión de difundir la luz”. 

Juan Carlos se encontraba en su vida en ese preciso instante de encontrar la llave para abrir la luz de su vida. Con su chica, todos los ideales preciosos de la vida funcionaban. Con ella sentía la liberación. Eran felices los dos. Subían los mismos escalones de la vida. Vibraban los dos con particular emoción. 

Le decía a Cristo en su interior que aceptaba esa llave para abrir la puerta de la libertad y compartirlo con su chica. Juntos, su chica, Cristo y él podían empezar un camino de una libertad total. 

La ilusión subía en su mente, en su pecho, en sus latidos y en sus pasos que se aceleraban. Una rosa se interpuso entre su cara y su chica. La mano de Juan Carlos la sostenía. Una mirada preciosa. Una comunicación dulce, abierta y sincera salía de sus labios. 

Su chica, toda emocionada, con sus ojos asentía, en su rostro se ampliaba su sonrisa, el corazón de Juan Carlos estallaba de alegría. “Acepta de las manos de Cristo esta llave que abre la puerta de la libertad para que puedas unirte a Él en la santa misión de difundir la luz”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario