Javier trataba de ir desbrozando el significado de aquellas líneas que tenía delante de sí. Le parecían muy importantes. Tocaban temas de trascendencia. No quería dejar una línea sin comprender. Decidió ir interpretándolas una a una. Así podría tener una visión de conjunto mucho mejor.
“En un mundo nacido de la negación y carente de dirección se necesitaban pruebas indirectas de la verdad”.
Javier entendía que el mundo era la expresión de la negación del amor. Era la negación de la esencia personal de cada ser. Y lo que destacaba era la desorientación que había a la hora de dirigirse a un objetivo para encontrar esa paz interior que no encontraba la mayoría (dureza, inseguridad, revancha, venganza, impaciencia, etc).
“Percibirás la necesitad de esto si te das cuenta de que la negación es la decisión de no querer saber”.
Javier todavía se tenía que repetir que el fondo de su alma era amor. Todavía tenía que pensar que toda alteración del amor se resolvía en problemas mentales y biológicos. Alguien citó que, en un porcentaje del 60% al 80%, los trastornos corporales de las personas eran de tipo emocional. Posturas contrarias al amor.
A pesar de ello, se reconocía como natural esas disfunciones sin poner el acento en esa falta de amor que lo confundía todo. Javier se quedaba sorprendido por esa verdad: “decisión de no querer saber”. Era una actitud que su mente profunda y buscadora de verdades no podía asimilar. Nadie en su sano juicio podía decidir no querer saber.
Javier visitó a su hermano en el hospital. Había sido operado. Hablaron de todos los pormenores de la intervención. Pero, algo quedó en su mente. Le decía que lo más maravilloso eran los ánimos que recibía de una enfermera al entrar cada mañana. Dirigía con rapidez su mirada sobre su rostro y le decía una frase que revelaba cómo realmente se sentía. Le afirmó que era la mejor medicina de su postoperatorio que tenía.
“La lógica del mundo, por lo tanto, no puede sino conducir a la nada, pues su meta es la nada”.
Una frase que le hacía temblar por lo rotunda, pero con mucha verdad: “la meta de la lógica del mundo es la nada”. La meta de la lógica del mundo no se correspondía con la lógica de su alma, de sus sentimientos, de su corazón, de su vida y de la energía que le hacía palpitar su corazón cada día.
“Pero si lo eres todo y eso es lo que tienes y lo que das, y aun así lo niegas, es porque tu sistema de pensamiento se ha desconectado totalmente de la verdad y se ha separado de ella”.
Se encontraba atrapado entre la lógica del mundo y su lógica personal como ser. Le clarificaba esa separación de la verdad. Le daba fuerzas para ir decidiendo en una dirección opuesta a la lógica del mundo. Encontrarse con él mismo era superior a cualquier otra experiencia. Además estaba en la dirección de la verdad.
“Este es un mundo demente y no debes subestimar la magnitud de su demencia. No hay ninguna área de tu percepción que no se haya visto afectada, y tu sueño es sagrado para ti”.
Por fin, se decía a sí mismo que había encontrado una forma de pensar afín a la suya. Eso era todo un descubrimiento. Reconocía que partes de su forma de mirar el mundo estaban afectadas (egoísmo, competencia, envidia, rabia, etc). Admitía que su experiencia era muy importante en su vida. Le impactaba la fuerza que tenía: “tu sueño es sagrado para ti”. Por ello, cada un@ cree que su verdad es la auténtica.
Daba gracias al infinito por el hermoso regalo que ponía luz en esa inmensa locura: “Por eso es por lo que el Padre puso al Espíritu Santo en ti, allí donde tú pusiste tu sueño”.
Javier se daba cuenta de la trascendencia de su sueño y de la gran labor del Espíritu Santo para ir clarificando sus pensamientos de amor. No era una labor superficial. Era una labor de ayuda para que comprendamos por donde discurre esa paz que ansía el corazón: “perfecta sanidad de pensamiento, perfecta paz, perfecto amor”.
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