lunes, agosto 22

COMPRENSIÓN, PRECISIÓN, SALIDAS

Santi estaba boquiabierto escuchando al Dr. Mario Alonso Puig. Todas sus intuiciones tomaban forma de saberes, de delimitaciones y de constataciones claras y precisas.

Hacía tiempo que había aprendido que lo opuesto al amor no era el odio. Lo opuesto al amor era el miedo. Así que no podía buscar en la experiencia el odio, el enojo, la ira, la frustración, etc. Había dos grandes campos en los que se ejercitaba con claridad. 

Uno era el campo del amor. El otro, el campo del miedo. Estaba claro que donde estaba el amor, el temor no tenía presencia. Donde faltaba el amor, el temor tenía su reino y su poder. 

El Dr. Alonso Puig le guiaba por la estructura del ser humano. Se quedaba maravillado por tanta claridad. De las tres partes, destacaba la esencia. Ese núcleo que nos identificaba a todos. Una esencia hecha de pura consciencia, de puro amor incondicional, de dar su totalidad sin nada a cambio. 

Santi se quedaba sorprendido por el segundo nivel. Un segundo nivel anclado en la inseguridad, en la carencia, en la debilidad, en la duda: Tememos reconocer lo que somos, aceptarnos y afirmar sin tapujos nuestra verdadera naturaleza. De ahí, que este nivel esté anclado en el miedo. Así que se está en una situación de continua supervivencia. 

Pero el tercer nivel también dejaba impactado a Santi. Era el nivel de lo que pretendemos ser. Santi reconocía que era un estado de idealidad mental pero que no se correspondía con la realidad, con la naturalidad, y con las fuerzas de la naturaleza. 

Se creaba una concepción ilusoria. Se pretendía la perfección, la eliminación de fisuras, el control. Así se abría la puerta a la arrogancia, la vanidad y la autosuficiencia. Un nivel devastador. Rompía con todas las leyes de comprensión y empatía. Lo que sobresalía era la posición de la pretensión. Una completa falsedad. 

Santi se regocijaba con la aportación de Einstein en la búsqueda de la solución. Indicaba que si un problema se producía en un nivel, la solución debía venir de un nivel superior. Si la mente, en su competición, creaba un problema, la misma mente no podía solucionarlo. Debía solucionarlo otro nivel. En este caso, el espíritu. 

Le quedaron muy claras las dos soluciones finales. La desaparición del ego se realizaba cuando se integraban las partes de lo que somos y de lo que hemos rechazado de nuestra realidad. En la integración, el ego desaparecía. 

La aportación, finalmente, de Francisco de Asís, ponía una idea de claridad en toda la confusión: “Busqué a Dios con todos mis medios, con todo mi tiempo, con todos los procesos, pero no lo hallé. Me busqué a mí mismo con muchas horas de meditación y de pensamiento, pero no me hallé. Finalmente, busqué a mi hermano y encontré a los tres. 

Santi se sentía contento, feliz, con claridad, con pensamientos centrados y aquilatados. Una buena forma de comprenderse y comprender a los demás.

4 comentarios:

  1. Me encanta la forma en que presentas tus pensamientos, que no son más que reflexiones que nos hacen analizarnos y nos empujan a aceptarnos tal como somos, porque al final de todo, somos únicos e inigualables. Felicitaciones por tu blog, es muy motivador e interesante.

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