A Iván le encantaba leer y descubrir nuevos planteamientos en su vida. Siempre había pensado que sin los libros, sin las experiencias, sin el conocimiento, su visión de la vida habría sido muy reducida. Deseaba ampliar y conocer todas las posibles maravillas que le ofrecía su existencia.
Así recibía aquellas líneas que le ofrecían nuevas posibilidades de pensamientos y reflexión. “Es imposible recordar al Padre Celestial en secreto y a solas”.
“Pues recordarle significa que no estás solo y que estás dispuesto a recordar ese hecho”.
Una afirmación que le revolvía su interior. Sin darse cuenta, se había dirigido siempre al Padre como una relación especial entre los dos. Siempre había buscado sentirse comprendido. Con el Padre se sentía entendido. Al no sentirse bien con algunas personas, sin darse cuenta, las dejaba de lado. No captaba su esencia y sus mensajes.
Ahora veía que debía añadir a la idea de ser aceptado, la idea de aceptar a los demás tal cual eran. Ese punto refulgía en su mente. En esa unidad de entendimiento captaba la esencia del Padre. Era Padre de todos y en cada uno se compartía de una forma única.
Con esto en mente, Iván se daba cuenta que debía encontrar las vías de comunicación y entendimiento con los demás. En cada uno distinto, adaptándose a sus características. Esto era muy novedoso para él. Hasta el momento había cerrado muchas ventanas de comunicación con personas que no vibraba con ellas. Para él, eran diferentes, lejanas y distintas.
Por primera vez veía en esas personas la manifestación del Padre Celestial. Iván sentía que se ampliaba y era más justo y certero en ese planteamiento. Todas las personas tenían joyas preciosas en su corazón. Se repetía: “Es imposible recordar al Padre en secreto y a solas. Pues recordar significa que no estás solo y que estás dispuesto a recordar ese hecho”.
Esa visión le impedía fijarse en las diferencias, rechazar lo que le molestaba en los demás, destacar sus equivocaciones, menospreciar sus actitudes, atacar, sin darse cuenta, sus incoherencias. Iván reconocía que esa no era la función del Padre Celestial. Era la unión en la diversidad. Era la unión y el descubrimiento del mismo Padre en todos y en cada uno.
Iván descubría que, al tratar de comprender y al tratar de aceptar las bondades de los demás, desarrollaba en sí mismo esas bondades y esas buenas cualidades. Era como reconocerse a sí mismo y encontrar esas características en su ser. Así comprendía por qué todos participaban de la creación y de las características del Ser.
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