miércoles, octubre 26

EL AMOR Y EL COMPROMISO NOS ABREN NUESTRA GRANDEZA

José María estaba escribiendo en su papel dos palabras que había leído y estaban juntas: “pequeñez y grandeza”. Estaba un poco sorprendido por lo que decían unas líneas sobre esas dos palabras: “No te contentes con la pequeñez”.

“Pero asegúrate de que entiendes lo que es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella”. 

“La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo”. 

“La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza”. 

Era una contradicción aparente en la mente de José María. Si a un infante le ofrecías dos globos de distintos tamaños, con toda seguridad elegiría el grande. Desde bien pequeños, nos encantan las cosas grandes. Desde ese punto de vista no había problemas. Los infantes no se contentaban con la pequeñez. Deseaban siempre lo más grande. 

Sin embargo, cuando íbamos creciendo algo ocurría en nuestro interior que prefería escoger la pequeñez. Por ello, la propuesta del escrito se hacía más clara: “Pero asegúrate de que entiendes lo que es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella”.

Como profesor, José María veía, en algunas ocasiones, jactarse a los alumnos de sacar bajas notas. Observaba cómo algunos compañeros convencían a sus amigos de no dedicarse al estudio y pasar el tiempo jugando. El juego siempre estaría con ellos. El aprendizaje del estudio que les podría ir abriendo nuevas metas en la vida se dejaba de lado. 

José María se preguntaba por qué ciertos alumnos suyos preferían la pequeñez. Habían decidido no desarrollarse. Habían decidido no hacer el oportuno esfuerzo. Muchos no eran lo suficientemente agradecidos con sus familias y especialmente con sus madres. Ellas siempre tenían la grandeza de atenderlos, de preocuparse por su comida, por su ropa, por sus problemas, por su futuro. 

La pequeñez no estaba diseñada para el ser humano. La pequeñez era una energía negativa contra las fuerzas de la vida. El texto era muy preciso: “La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo”. Era una flagrante falta de amor hacia uno mismo. Amarse significaba abrir la puerta del esfuerzo, del entusiasmo, del descubrimiento, de la pasión y del compromiso por uno mismo. 

El ser humano estaba creado para volar, para soñar, para alcanzar desafíos, para llegar a los confines del mundo. No estaba diseñado para olvidarse de sí mismo, para abandonarse, para dejar de creer en sus maravillosas posibilidades. El mismo funcionamiento del cuerpo nos lo decía. La grandeza era nuestra meta. El amor abría todos los caminos. 

José María pensaba en un incidente que había ocurrido en su vecindario. Unos vecinos estaban cambiando una rueda al coche. El padre estaba tratando de apuntalar bien el coche en alto para que le diera la posibilidad poder quitar la rueda tranquilamente. La madre estaba haciendo arreglos por la casa. El padre entró y le dijo que iba a la tienda de repuestos a comprar unos tornillos. 

Unos minutos después, la madre oyó un gran estruendo. Su hijo se había metido debajo del coche y los trozos de troncos que lo mantenían subido habían cedido y el coche se había bajado. Aquella madre, llena de amor por su hijo, llena de preocupación, fue al coche. Lo cogió con sus manos, lo elevó con una fuerza brutal, y pudo sacar a su hijo. 

José María se quedó pensando todo el día. La madre decía y repetía que no sabía de dónde le había venido la fuerza. Era todo un prodigio. El cuerpo, impulsado por el compromiso de amor entre madre e hijo, respondió dando al cuerpo una fuerza descomunal con las hormonas vertidas en su sangre. El ser humano estaba destinado a la grandeza. El niño salió ileso. El amor salió reforzado. El cuerpo de la madre tuvo que guardar reposo para reponerse de aquel esfuerza endiablado. La grandeza se había hecho presente en forma de amor y claridad en la mente. 

Cuando el amor, el compromiso y el objetivo estaba claro, la grandeza nunca faltaba a la cita. Nuestro compromiso con nuestra esencia nos daba la fuerte motivación de seguir la grandeza en nuestra vida.

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