jueves, octubre 27

ELEGIR LA GLORIA DEL SER HUMANO

Fran empezó a leer aquel párrafo y se quedó sorprendido de la radiografía que hacía de la actitud de las personas. Siempre había visto las radiografías de los huesos del cuerpo. Había escuchado las pruebas analíticas en otros muchos campos. Pero, se alegraba de ver escrito el funcionamiento de cada persona en las líneas de aquel libro.

“La pequeñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia”. 

“Y siempre elegirás una a expensas de la otra”. 

“Sin embargo, de lo que no te das cuenta cada vez que eliges, es de que tu elección es tu evaluación de ti mismo”. 

“Opta por la pequeñez y no tendrás paz, pues habrás juzgado que eres indigno de ella”. 

“Es esencial que aceptes el hecho – y que lo aceptes gustosamente – de que ninguna clase de pequeñez podrá jamás satisfacerte”. 

“Eres libre de probar cuantas quieras, pero lo único que estarás haciendo es demorar tu retorno al hogar”. 

“Pues sólo en la grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho”. 

Fran leía, releía, trataba de comprender y de extraer toda la información de aquellas palabras: 

En primer lugar, estaba la obligatoriedad de la elección. No se podían elegir las dos a la vez. Siempre se elegía una a expensas de la otra. Así que no se podía eludir el acto de decidir, el acto de escoger una de las dos. Era una de las grandezas del ser humano. Debía elegir entre estas dos opciones. Era un atributo de su libertad. Una maravilla de su fuero interno. Nadie podía elegir por nosotros. Era nuestra potestad. 

En segundo lugar, la elección estaba en relación directa con la evaluación personal que hacíamos de nosotros mismos. Así, si se escogía la pequeñez, era una forma de decirnos que éramos pequeños. Si se escogía la gloria era una aceptación de que la gloria era parte nuestra. No parecía que la elección era una actuación independiente. La elección se relacionaba con nuestra idea de lo que somos y merecemos. 

En tercer lugar, la aceptación de la pequeñez, - aparentemente más fácil – no satisfacía la sed interna del alma humana. Era un elemento que no formaba parte de los seres humanos. Era bueno tener en mente, en el momento de realizar la elección, lo que realmente llenaba a cada persona. Fran recordaba, durante sus estudios universitarios, que sus compañeros no quisieron hacer el esfuerzo necesario para superar las pruebas. 

Eran un grupo de diez matrimonios. Todos tenían grandes miras y grandes alturas de sueños. Todos empezaron a labrar el camino, a construir aquella casa de sueños piedra a piedra. El tiempo pasaba y las fuerzas declinaban, decaían. El cansancio los invadía y poco a poco, uno tras otro fueron cayendo. 

Solamente Fran y su esposa continuaban ofreciendo el esfuerzo, la dirección, la constancia en aquel sueño de gloria. Alguien les comentó que habían tenido mucha suerte en la vida. Alguien les dijo abiertamente que les envidiaba. Fran pensó que nadie les dijo que les envidiaban por el esfuerzo que habían hecho. Solamente se fijaban en el punto final. 

La pequeñez no llenaba al ser humano. “Pues sólo en la grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho”. Fran se dejaba llevar por aquellos pensamientos y por aquellas verdades radiografiadas del fondo de las almas.

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